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TARTA DE NUPCIAS parece esta catedral iluminada con propulsión a chorro, manguerazo de foco y kilowatio, demasiado artificial de noche, bañada entera sin perfiles ni sombras, alzándose sobre la ciudad para hacerse casi irreal al verse de lejos como un alarde rubio y francés sobre un barullo de boinas de teja y lomos de barro cazurro. El untamiento -que no es necesariamente la puridad o poridat hecha casa, como le gusta llamarlo a Crémer con oportuna chufla- ha determinado que durante algún tiempo luzca nocturnamente esa catedral por dentro y no sólo por fuera, como acostumbra, al efecto de crear una nueva percepción de las vidrieras como si se tratara de un farol chino, una hoguera encerrada en caleidoscopio de cristal. Lleva años esta columna sugiriendo tal efecto que, amén de novedoso y sugerente, hará destacar en esta monumentalidad lo más original que conserva, unos vitrales de gigantesca obra, eso que viene buscando el guiri con guía, la verdadera talla internacional entre todo el arte empadronado dentro de este monumento. Tardó la cosa en llegar, pero bienvenida sea la lámpara bajo bóveda. A pasmarse tocan. El paseíto de sobrecena tiene destino. Puestos ya en obra y lamparilla, reiteremos otras sugerencias. Esa iluminación exterior tan abusiva a la que no consigo acostumbrarme mata belleza con su exageración y asesina presupuestos con su coste. Bañada desde todos los ángulos, pierde angular, contraste y sombra, de modo que no le vendría mal a la estética y a la cartera el chorrear esa luz por partes tal y como lo hace el sol en su arco diario. Secuenciar esa iluminación no sólo alegraría la contemplación, sino que permitiría un estimable ahorro en tanta catarata de foco. Pero temo que no habrá tal imaginación ni tanto ahorro. Tampoco veremos que la municipalidad plantee a los dueños del kilowatio una reducción del recibo o, lo que sería más lógico, una gratuidad en el suministro, aunque sólo fuera por compensar a los leoneses con este favor el desuello de valles y paisajes con saltos hidroeléctricos que chulean las eléctricas. Con toda la luz que sacan de estas tierras podrían tener este detalle de gratitud, este gesto de obligado olfato comercial. A lo peor no es su culpa. Seguramente nadie se lo ha propuesto (o exigido, que sería legítimo).