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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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LA MOVIDA político-urbanística de Madrid, como todo lo patético, tiene su lado divertido. Y es que si no nos reímos de la promiscuidad ideológica de algunos parlamentarios del centro -esto es, de Madrid- entonces ya sólo queda ponernos a llorar como un cántaro roto. El Señor Tamayo y la Señora Sáenz hablan de traición y de promesas incumplidas, dicen que al principio todo eran cariños, camelos y caramelos pero una vez metido se acabó lo prometido. Dicen que han sido engañados a pesar de su entrega y la pureza de sus sentimientos pero no se preocupen ustedes pues, como reza un proverbio mexicano, el mal de amores pica y quema como el chile verde pero se pasa. Seguro que volverán a encontrar el amor. Seguro que no se quedan para vestir santos. Ya de armado este cisco de Jalisco se agradece por el bien de la diversión pública que los dos diputados díscolos, ocultando su golfería, mantengan un discurso de amante despechada. De todas formas gran parte del público piensa que seguro que ya tienen otro novio, que casi fijo que esto venía de atrás, que se les vio en la oscuridad de un portal llegando a las manos con un constructor, que antes, cuando estaban con un amorío consolidado y en serio, ya tenían otro amante con más dinero, y se han decidido por éste. Mala opción. Sin duda no saben que lo de la pasta gansa está bien durante el día pero, como escribió Anaïs Nin, «nadie hace peor el amor que los hombres de provecho». En esta era de promiscuidad sexual y confusión genital no se podía esperar que todos los políticos fueran fieles y cumplieran sus juramentos. Pero lo alucinante, que no sorprendente, es que el affaire haya trascendido la esfera íntima de la nocturnidad y la alevosía y ahora, con la luz diurna del debate parlamentario de la Asamblea de Madrid, se pongan los ex-amantes políticos a caldo arrojándose a la cabeza la vajilla de las recriminaciones y representando, en medio del teatro de la política, una escena de culebrón. Me prometiste matrimonio sin separación de bienes... Sí, pero tú me dijiste que eras virgen... Ya lo ven, cada vez resulta más difícil encontrarse con parejas formales. Visto lo visto uno saca la conclusión de que los políticos ligan muy mal entre ellos. Se nota que ya han pasado la etapa de los encuentros meramente físicos y ahora se ennovian por interés. Pero ése no es un amor verdadero. Hay que ver más películas de la factoría Disney tipo «La Bella y La Bestia» para saber que la belleza está en el interior. Tiene algo a veces la política de verbena de pueblo, o de hospital con enfermeras cariñosas, o de avión en el que a las azafatas de minifalda corta se les ve de vez en cuando el pasado y el futuro allí, justo al comienzo de sus medias negras, mientras a los ejecutivos sentados en las butacas y con el cinturón de seguridad puesto por si acaso, les sale el aceite por casi todas las bielas. Todo un aceite refinado éste de la ideología. Tal y como está la programación, por cierto, les recomiendo que no se pierdan ni uno sólo de esos diálogos parlamentarios de teleserie porque es lo mejor que actualmente echan por la caja tonta: dimitan, devuelvan sus actas de diputado, devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás... Uno se pone ante la tele, aparecen esos dos políticos díscolos montando el Belén en verano, luego sale alguna hija de mamá de pechos operados poniendo a parir a su ex-marido guardia civil -al que por cierto nunca se le vio el tricornio pero lo llevaba-, luego alguna otra, hermana gemela de la hija de mamá, nos presenta a su nuevo novio recién traído de Cuba, y parece que no hay forma humana de distinguir las noticias políticas de las noticias del corazón. Ya lo cantaba Sabina, en la Asamblea de Madrid, en los dormitorios de Madrid -como en el Ayuntamiento de Marbella y en los dormitorios de Marbella- siempre hay alguna mujer de bandera que «confunde el corazón con la billetera».