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LLUEVEN ESTRELLAS en esta noche como si fueran chispas de la hoguera en la que emparrillaron a san Lorenzo, que hoy se festeja, hasta torrarlo. La fugacidad del espectáculo nocturno tiene literatura y ritos, deseos y poesía, pero la mocedad cazurra de antaño pasaba de rimas estelares en esta noche para ocuparse en repetir otra tradición, la de «San Lorenzo Tornacarros», vieja licencia para proceder a entornar carretas y carruajes del vecino borde, del cacique o cascarrabias. En el sigilo de la nocturnidad, la fechoría tiene su punto moralizante. Asaltado el corral o las tierras, le daban la vuelta al carro para sulfuramiento supino del dueño cuando a la mañana siguiente se encontraba con la putada perpetrada, ya que desentornar la cosa requería fatiga y, generalmente, reparos de ruedas y astillamientos. Era una cachonda represalia, una broma, si no de buen gusto, ejemplarizante. Cuídate, paisano, de seguir por sendas dictadoras y atravesamientos, le venían a decir volteándole su principal arma agraria. Me contaron que en alguna ocasión lo de entornar se les quedaba corto a la bruta mocedad y, en un pueblo del Esla, trincaron un carro, lo llevaron a las afueras, eligieron un chopo altísimo y, pasando una soga por la horqueta más alta, lo izaron hasta ahorcarlo en las alturas; allí apercollado lo dejaron. Ni te cuento las dificultades que entrañaba el descolgarlo o estrellarlo contra el suelo. Con las furias desatadas del propietario se daba por contenta y reparada la jumentud local. El hecho quedó grabado en los «asnales» de la localidad y, cuando aún lo recuerdan, la escojonación se siembra en la charla. Tradiciones canallas como esta casi hay que lamentar el haberlas perdido. Anda que no hay tipos, pedáneos, nuevos ricos fantasmones, cacicotes o prevaricantes que acumulan méritos y torceduras para ganarse que le cojan su pedazo cuatroporcuatro y le pongan el lomo a rascar contra la hierba. Es lo que hacían con coches y furgonas de la poli en calles parisinas los mozos del 68 (en el 69 ya habían meritado y ligado con aquellas mozas revolucionarias y sin sujetador, con lo que la cosa fue otra y la revolución se quedó en pájara quieta, que es la que pone los huevos en la bragueta). ¿Te imaginas el audi de un modorro ahorcado en un nogal o un mercedes de importación puesto con las ruedas a mirar estrellas?

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