Diario de León

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NINGUNA QUEDA ya fue la respuesta demoledora por preguntar yo en aquel pueblo históricamente ganadero cuántas vacas resistían allí en este tiempo de liquidación de cabañas y cuadras reconvertidas en hotelito gazmoño y rural. Ninguna. Con treinta vecinos, más de doscientas pastaron aquellos prados que hoy ni siegan. Ahora, nada de nada, sólo las moscas siguen allí empadronadas y, como no hay ganao para cojonearle, traen a mal traer a la paisanada. No es rentable la ganadería de aguijada y hato de vecera; además, mira a la gente, raza de setenta y tantos, vecindad jubilada que sólo siega la pensión y aburrimientos aunque juegue al tute arrastrao. Sin embargo, ganaderos asturianos les han comprado un cacho del puerto y arriendan prados y brañas para meter allí sus vacas. ¿Qué pasa, que a ellos sí les es rentable seguir con las vacas?... Hombre, pues no mucho. Mira qué reses y qué revoltijo, desecho de tienta, purrela que no medra ni redondea de carne los remos. Lo que ocurre es que mientras mantengan vacas y trashumos tienen una disculpa blindada para largarse de casa un rato o una semana, que esto del ganao es muy esclavo y muy viajero; que si tengo que ir a la feria de Medina, que si me voy a Mieres al veterinario, que si vienen hoy con el pienso... Con tal de alejarse de la rutina doméstica y del desértico paisaje familiar en el que sólo queda la máquina de reñir, paisana de mucha entretela, son capaces de poner una granja de grillos. Déjales; al menos parecen felices y se les alarga la gana de vivir, aunque sea pensando en el puticlú al que van a rezar el rosario cada vez que toca feria en Mansilla. Me venían a decir que los paisanos de ciudad ya tienen sus válvulas y atajos para escaparse de la odiosa rutina de la casa y su gente, pues se hacen de tal peña, de una cosa de papones, de la asociación de defensa de los cangrejos zurdos o de la adoración nocturna. Es su reserva y su refugio. Pero esta pobre gente de pueblo cargada de años y soledades sólo tiene la disculpa de la faena ociosa o de esquinarse en el corral haciendo calderos. Las excursiones de parroquia o diputación y los viajes de pensionistas no sirven para liberarse de la prisión de los días porque hay que acompañarse también de la parienta y eso no es procedimiento, pues cuando te invitan a cenar no se debe llevar bocadillo, te dicen.

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