¿Todo es camino?

INVENTO FRANCÉS es el Camino de Santiago que se embute de andariegos, biciclistas y gentes de ampolla que pujan por una espuerta mochilera y su montoncillo de pecados para lavarlos en los arroyos que bajan del monte del Gozo. Peregrinar a Compostela fue moda esforzada y política que le robó a Roma sus romeros, pues abates y clero francés estimularon o impusieron la penitencia compostelana para nutrir su camino de gentes y manos necesitadas para la repoblación medieval del norte español en la que tanto tuvieron que ver los monasterios de Cluny o del Cister poblados de monjes negros que hablaban latín afrancesado y cantaban en gregoriano para darles en los morros con sus antífonas a los cánticos bizantinos y algo moros de la mozarabía que imperó en estos nortes hasta que llegaron ellos. Ni el camino ni el peregrinaje eran asunto de prisa. Muchos concheiros se enredaban en las vueltas de la ruta o detenían su andar empleándose aquí y allá, aplazando el jubileo o quizá ni llegando, empadronándose, casándose o recibiendo el hábito de lego para ganar la sopa conventual y un oficio de por vida. De modo que no había un solo trazado para seguir a Santiago. Ramales a uno y otro lado sugerían al peregrino visitar tal santuario, convento o ermita donde se ganaban indulgencias, caridades o jornales. La variante oventense del camino que partía de León tuvo su seguimiento y ahora los ayuntamientos del Bernesga acuerdan promocionar esta alternativa. Hacen lo mismo, para poco o para nada, con el camino cantábrico que también lleva a Compostela o con la ruta compostelana que dicen parte de los Madriles o la que llega zamoranamente por la ruta de la Plata. ¿Se está sembrando el despiste? En cualquier caso, el Camino está de moda y jalaearlo es deber. Así lo hice recientemente, aunque me haya ganado un soneto de culto lector que me reprende creyéndome excedido en la sátira: «Creo que está usted errado; los peregrinos sí mean, aunque algunos no les vean porque son muy educados. Romero no es acertado, el Rocío y Roma pueblan, sólo a Compostela llegan los concheiros destacados. Gafas de sol no hacen falta pue s éste da por la espalda. De Villadangos muy lejos está el pueblo de Ligonde; fuente y cementerio viejos a sus preguntas responde». Manuel Pascua lo remite... y se acata.