Cerrar
Publicado por
Antonio Núñez
León

Creado:

Actualizado:

CALORES APARTE, la principal noticia de este agosto es que a todos los partidos les crecen los enanos. Hasta a los presentadores de los telediarios se les pone cara de gafe cada vez que salen en pantalla para informar al personal que hoy, igual que ayer, hay que contabilizar tres incendios forestales y otros tantos casos de transfuguismo político. «Los primeros han podido ser apagados a tal o cual hora por los bomberos», suele añadir ya aburrido el locutor a su no menos adormilada audiencia veraniega, «en tanto que los segundos están fuera de control». Quedan lejos los tiempos en que Fraga decía aquello de «la calle es mía», dando a entender de paso que todo lo demás también, y Alfonso Guerra ponía, a su vez, firmes a los suyos con lo de «el que se mueva no sale en la foto». Otros veranos la política tenía un cierto orden y concierto, aunque al final fuera desastrosa: nada en esta vida es perfecto. Pero lo que sucede ahora carece de precedentes y tiene desorientado al común de la ciudadanía. Coge uno el coche y la tortilla para salir al campo en el puente de San Roque y, a mayores de que se le pueda quedar pasada a la vuelta del primer pinar, corre el peligro de que el volver cabreado a casa corre el peligro de que un concejal tránsfuga de última hora haya desbancado al alcalde fulano, precisamente el que habíamos votado la mayoría porque prometió bajar el agua y la contribución. La Asamblea de Madrid, por ejemplo, es una merienda de negros donde todos los partidos quieren hacer tortilla a la francesa sin romper huevos, los suyos naturalmente, en tanto que lo de Marbella es el gran circo en el que crecen todos los enanos, quince plantas más ático por concejal, eso como mínimo, y, aquí mismo, en el Bierzo (PP) o en La Bañeza (independientes) hay tal trasiego de pactos que a más de un líder local se le ha oído decir sonámbulo «ya no sé si soy de los nuestros». Los tránsfugas de la política, que este año abundan más que las cigüeñas, tienen el inconveniente para los partidos de que, al contrario de los otros pájaros, no emigran a Africa ni a parte ninguna. Al revés, suelen hacer nido en las alcaldías como poco durante cuatro años. Digamos que forman parte del ecosistema, aunque lo de «eco» a lo mejor sobraba. ¿Cómo acabar con la plaga? Es lo que se preguntan tanto los curas mirando al campanario como el paisano Zapatero en Madrid o Marbella, donde Gil hace de buitre, y el presidente provincial del PP, López Benito, «Yiyo» para los amigos que le quedan, en el Consejo Comarcal del Bierzo, donde una tal Fátima lo trae fatal, tanto si el embrollo se lo creen en la sede regional del partido como «susi» no se lo creen. Seguramente de toda esta calentura estival va a salir más de una tormenta en septiembre. La prueba está en que ya ha caído más de un relámpago en la Diputación, a pesar de que el PP cuenta con el pararrayos de la mayoría absoluta. Aunque, bien pensado, el lado bueno es que para las próximas la gente va a mirar con lupa a quien vota en su pueblo, escaldada como está de los rigores estivales. Aunque, a lo peor, ni le queda esa opción, mientras los partidos insistan en mantener el sistema de listas cerradas y es posible que no cambien hasta que los giles y tamayos sean mayoría absoluta. Nadaq que hacer, mientras tanto. Algunos apuntan que para resolver la crisis institucional de Marbella y Madrid lo razonable sería que todos los grupos consensuaran la disolución del Ayuntamiento y de la Asamblea, respectivamente, y convocar nuevas elecciones, solución a la que a última hora se ha sumado el partido de la Pantoja, una vez que su maromo, el excamarero Julián López, Cachuli, ha perdido el sillón. Borrón y cuenta nueva. Sólo sería un drama para las mediciones de audiencia televisiva, aunque para suplirlo estaría la canción del verano, como bien dice, si se quiere ser millonario, la publicidad del cupón de los ciegos. Como medida higiénica no está mal pensada, pero, claro, el que esté libre de haber pactado basura después de las últimas elecciones que tire el primero de la cadena en nombre de la decencia, la democracia y los votos. En León no hay playa como en Marbella, pero sí pactos municipales a barullo que han desplazado de las alcaldías a no pocos candidatos de la lista más votada, incluída la de la capital y que desprenden un olor sospechoso con esta calor que atufa, le digo a usted, señor guardia. ¿Disolver el cacao de Marbella o el de Madrid por el bien común? Eso está chupado: se convoca un consejo de ministros y tal y tal... como argumentaría Imperioso, el caballo de Gil y Gil. En eso todo el país está también de acuerdo, menos probablemente la clase política. ¿Porque, coño, y si se sientan precedentes?