Diario de León
Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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LA BELLEZA como droga dura, o las cosas que no me atreví a decirte, o esos labios tuyos que ha debido dibujar algún dios algo salido, o la exposición Pinceladas y versos que Benito Escarpizo acaba de inaugurar en la galería de arte Rama (Astorga). Sé que de vez en cuando un pintor exhibe su obra con el objetivo de venderla, pero me gusta pensar que cada exposición existe también para que el artista pueda seguir viviendo sin deberle nada al mundo. Algo nos vende pero también algo nos regala. Algo nos pide con una mano y con la otra nos lo da. Contemplar, pues, la creación plástica de un ser humano en medio de esta saturación de aparente realidad en la que vivimos, se parece a revisarlo todo, mejorarlo todo, a volver a por agua al oasis de la belleza, y humedecer los labios, y acordarse de ti. Esta muestra inesperada y sorprendente, por ejemplo, constituye un paso más en la trayectoria de nuestro creador. Sí, mediante su lenguaje de siempre pero en otro formato; con su mundo de otras veces pero expresado de diferente manera, con distintos matices. Cada pieza un mensajito, un refugio, una pequeña exquisitez lírica ahora que tanta falta nos hace lo sencillamente hermoso, lo sencillamente humano, lo sutil. Se trata de visiones menudas, momentos cromáticos o paisajes detenidos que conviven con un verso y llevan al espectador hacia algún recuerdo hermoso, hacia algún instante intenso, hacia ti. De repente, al mirar estas obras, volar parece tan fácil, la paz parece tan lógica, los sueños parecen tan cercanos que dan ganas de vivir. Y he ahí una razón más por la que esta exposición, bien mirada, se convierte en regalo: nos contagia de cierto extraño vitalismo que, atesorado, nos anima a seguir. Será el buen gusto, o lo curioso que resulta tanto minimalismo, o que todo lo pequeño me parece de juguete, o que la infancia es la medida de cada uno de nosotros, o que se intuye detrás a una persona con excelentes cualidades éticas al contemplar estos cuadros, pero me dan ganas, ante ellos, de quitarme el sombrero y quedar a la intemperie corriendo el riesgo de que llueva sobre mi cabeza, sobre lo que escribo. En nuestra sociedad existe una evidente jerarquía económica y política, claro, pero hay también, en mi opinión, una más relevante jerarquía humana: la del espíritu. Uno puede saber cuándo se halla ante una persona que se encuentra en un alto lugar en ese escalafón con sólo contemplar sus hechos, su obra; con sólo ver en ella una infrecuente veladura de honradez. Éste es el caso. Y si les parece exagerado lo que escribo acudan a esta exposición, saluden al artista, miren y verán. Benito Escarpizo, el cepedano enamorado de su paisaje y del paisaje, de su gente y de la gente, reflexiona coherentemente en colores, perfila el tiempo, recita paisajes, compone espacios, reaviva fuegos que a veces se nos apagan sin querer en el alma porque la vida no está para bellas artes, y por eso hacen falta. Ahí dialogan plástica y palabra, sensibilidad y óleo, pinceladas y versos pues la poesía no es llegar más lejos sino más hondo; y es también contagiar al regalar lo propio humanamente a todos. Exponerse al exponer. Hay otra muestra pictórica en Astorga, otra ventana abierta, que agradecemos los que nos gusta mirar lo mismo de vez en cuando con unos ojos nuevos. Viva lo vivo. La poesía y la plástica enriqueciéndose entre ellas y entre nosotros. Quizá la pintura pueda entenderse como una fiesta estética que otorga su granito de arena para mejorar el mundo. Cada color una emoción. Cada pincel una varita mágica. Cada cuadro otro prodigio de la comunicación. Uno mira y vuela, y arde, y recuerda, y se emociona, y te nombra, y se inspira desde cada uno de esos cuadros que parecen invitarnos a mirar dentro como Alicia, la del país de las maravillas, ante el espejo; ya saben. Sí, Benito Escarpizo exhibe su obra para no deberle nada al mundo, para quedarse a gusto como quien, en la cama de un hospital, lee un poema de Luis Cernuda instantes antes de la anestesia, y luego cierra los ojos sin saber con certeza que volverá a abrirlos... Y le dais un beso a todo si me muero.

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