Diario de León

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LAS BANDERAS las carga el diablo y su tela acaba siendo lona para tapar complejos o mortaja para la muchísima carne que exige un trapo nacional como tributo. Me ahospan las banderas. Cada una de ellas parece enemiga de todas las demás y en ello residen su orgullo y sus bordados, banderas que no tienen tibias y calavera como la de los piratas porque el bucanero de corbata o de uniforme hilvana mejor la hipocresía política y no tiene la cruda sinceridad del salteador de caminos o de mares. A fin de cuentas, la bandera es parte, facción y trinchera. Comenzaron siendo un distintivo para que la tropa no se despistara en las batallas y en ello seguimos. Los batasunos colocaron el otro día una tan grande en el ayuntamiento de Bilbao, que tapaba por completo la fachada como si fuera el sudario de una democracia muerta, o sea, fusilada in péctore. Era como decir la tengo más grande que vosotros, pues de eso se trata. Al acomplejado le chiflan los banderones. Al matón también. Al bobo le hace fuente de baba. Y a Hitler le ponía pajaritos en su bragueta de castratto el robar horizontes con estas gigantescas sábanas en estadios de geometría dictada para adictos; es el imperio del símbolo, el apabullamiento de las masas... era el toldo de sus crímenes. Ni la evolución del hombre ni la globalidad que hoy unifica el planeta consiguen superar las banderas, el distinguirse y parapetarse tras ellas para justificar lo injustificable, las invasiones, la ocupación o la tiranía. Quema Otegui banderas españolas y la chamusquina del trapo le atufa la pituitaria. Dijo qué mal huele España; él, que huele a lavandería bancaria de impuestos arrancados a puro bombazo y de lamparones de sangre para que el rojo de la ikurriña no pierda intensidad; él, que mea colonia, pero hiede a perfume de pólvora quemada. Sin embargo, no se le ha visto jamás quemar banderas francesas o, ya no digo, americanas que su marxismo antimperialista le exigiría. Y es que las barras y las estrellas exigen culto o prevención. O molan en la moda, que es el caso de tanta chorva pija con banderita yanqui en la espetera. Un hijo de las infantas lucía el otro día un bañador que era todo él esa misma bandera; manda trillos. ¿Bajada de pantalones en la casa real?... Porque no parece que forrarse el culo con esa enseña fuera por criticar o chotearse. Guiño pelotas parece.

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