CORNADA DE LOBO
Vas a la seño
NO HAY PEOR policía que el que no lo es, pero tiene libreta, ni monja más integrista e inquisidora que aquella que nunca visitió el hábito. El peor de los poderosos es el que se hizo rico anteayer. El escolar pedorro que en el patio es purrela se convierte en canalla vengadora cuando le ponen a vigilar la clase: Toñín, vas a la seño por hablar; te apunto. La función del policía, del juez o del verdugo es ambición secreta que duerme en el subconsciente de este pueblo de facciones, de moros y cristianos, de rojos y fachas, isabelinos y carlistas. Nos va la denuncia, el pleito, el mamporro, la delación y la traición veneciana conjurada o por libre. Espiamos, difamamos con «marmuraciones» y armamos patíbulos en bares y pescaderías. Un paisano tras una sebe o una marigordi tras los visillos es lo que somos. España es un país que vive en la cocina del vecino. En el pueblo malagueño de Coín así lo constatan estos días. Allí, hoy, la mitad son policías y la otra mitad sospechosos del crimen de Sonia, pobre rapaza presa de la saña de unos hijos de puta. Un joven de esta localidad ha tenido que denunciar a unos vecinos por acusarle del asesinato. Todos los que tengan un coche blanco son objetivo de la sospecha popular. Se respiran allí ganas de venganza y linchamiento; nadie se conforma con el papel de poli y la calle es un juzgado sumarial que prologa ejecuciones por mano propia. Eso no es vivir. Convertir los días en un interminable juego de policías y ladrones no es fácil de soportar. En estos casos, viejas tirrias y enemistades engordan el perverso torrente de delaciones y confunden realidades con deseos. Macabra experiencia histórica tiene la gente española de estos asuntos. La Guerra Civil está preñada de ello y nuestros campos están sembrados de hombres y mujeres que fueron paseados y enterrados como perros en cunetas o andurriales por la denuncia sarracena de un vecino cabrón que envidió, revanchó o heredó inquinas. En otro pueblo de esta Celtiberia el alcalde repartió entre los vecinos cuarenta móviles con cámara fotográfica para que remitan al cuartelillo denuncias en el acto de percances, anomalías municipales y cosas así. Eso es hacerles alguaciles, sayones, guris por la cara y con estrella de ayudante del sheriff. Dentro de unos años no sólo seremos todos camareros, sino policías.