Diario de León
León

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CINCUENTA Y SIETE víctimas de la ola de calor acaban de ser enterradas en París en fosas comunes, las que los ayuntamientos reservan para indigentes, porque nadie ha reclamado su cadáver ni se ha preocupado por ellos. A otros muchos familiares les han tenido que buscar los servicios sociales de los ayuntamientos. No son los únicos en estas circunstancias. Da lo mismo que murieran por causa del calor o por agravamiento de sus enfermedades. Es grave que en los hospitales franceses se acumularan los enfermos y que algunas de estas víctimas no tuvieran la adecuada atención sanitaria. Todo ese es terrible y, afortunadamente, no ha sido el caso de España, donde el número de fallecidos ha sido mucho menor y, sobre todo, no ha habido problemas de desatención hospitalaria. Lo verdaderamente dramático es que esta sociedad occidental de la opulencia es también la sociedad de la desatención a los mayores, del abandono, del olvido, del egoísmo. Muchos se han muerto solos porque sus familiares los dejaron solos en casa o en una residencia para disfrutar unas vacaciones tranquilas. Como se abandona a los perros. Eso también pasa en España. De la desatención sanitaria deben responder los responsables políticos. Del abandono somos culpables todos, pero unos más que otros. Decía Antoine de Saint Exupery que «el hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo», pero hay hombres que eluden los obstáculos, pasan a su lado, los ignoran. Ojos que no ven, corazón que no siente. Así que puedo estar de acuerdo con algunas campañas -basadas en datos más o menos reales, con intenciones más o menos limpias- que tratan de buscar responsables entre las autoridades políticas. Pero, sin duda, habría que denunciar y exigir responsabilidades mayores a todos los que abandonan a su perra suerte a los mayores desvalidos. Los que viven de espaldas a sus mayores, los que les abandonan, les ignoran. También eso debería ser considerado como maltrato social y ser castigado. No hay nada peor que la muerte en soledad. Los políticos deberían revisar con urgencia todos los planes de atención a mayores que viven solos, con pensiones indignas, sin apoyo ni ayuda. Pero ellos no son los únicos responsables de una miseria humana que clama al cielo.

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