Historia del calendario: los orígenes
La inclinación del eje terrestre respecto al plano de su órbita alrededor del Sol provoca un movimiento aparente del punto del horizonte por donde sale nuestra estrella al amanecer. Este movimiento se repite según un ciclo temporal que algún atento hombre primitivo pudo observar valiéndose simplemente de algunas referencias topográficas. Esto le permitió descubrir el ciclo anual y determinar que el Sol sale un día en un punto límite al noreste y después se desplaza hacia el sur hasta alcanzar un día una cota máxima a partir de la cual retrocede hasta volver al punto de partida. Este movimiento de ida y vuelta lo realiza el Sol en unos 365 días y esa fue la clave para fijar la duración del año. Este conocimiento primitivo del ciclo anual fue una fuente de poder muy importante ya que permitía predecir la llegada de las estaciones y el control del calendario agrícola. En muchas civilizaciones primitivas este conocimiento estaba en manos de los sacerdotes que también fueron desarrollando la astronomía y acumulando conocimiento del cielo nocturno. En Egipto se pudo relacionar la salida de la estrella Sirio (la más brillante del hemisferio norte) en el cielo de la ciudad de Memphis con la próxima llegada de las inundaciones periódicas del río Nilo. Este fenómeno era muy importante para la agricultura y se llegó a fijar este hecho astronómico como el comienzo de un nuevo año. No obstante, el ciclo anual del Sol no son 365 días exactos sino que sobran seis horas que se van acumulando sucesivamente.