A LA ÚLTIMA
Cambio de insultos
SI LA RELACIÓN personal y política de Aznar con Felipe González, en la anterior etapa política, no fue precisamente modélica, la del actual presidente con el candidato socialista Zapatero terminará sin haber mejorado aquélla. El desarrollo de la sesión de control del miércoles en el pleno del Congreso es buena demostración de la mala química entre ambos. Zapatero ha acusado sistemáticamente al presidente de eludir su responsabilidad por no informar al Parlamento de la situación en Irak. El miércoles añadía la acusación de mentiroso y de antidemócrata. «No sume a la vergüenza de una guerra ilegal y al empleo de la mentira la vergüenza de un comportamiento antidemocrático», le reprochó el líder socialista. Y Aznar replicó que el apoyo de su gobierno a la guerra contra Sadam se había basado en la vulneración de la legalidad internacional y en los informes de la ONU y que le daba vergüenza escuchar a Zapatero pedir el regreso de las tropas españolas. «Nunca se habían dado tantas explicaciones y con tanta transparencia», dijo Aznar, y «nunca se había producido una actuación tan irresponsable de la oposición y especialmente de su principal dirigente», añadió. Zapatero insiste en que el relevo de Aznar por Rajoy debe ser ocasión para que esa situación se modifique. Y después de haberlo anunciado, ahora ha hecho real la carta a Rajoy, «estimado secretario general, querido Mariano», en la que invita a recuperar el viejo espíritu de acuerdo y de consenso, «cada vez menos visible en la vida política». Zapatero sugiere que éste sería un buen momento para reconducir la deriva que lleva nuestra democracia, «caracterizada por un alto nivel de crispación y un evidente deterioro de las reglas de juego». En su carta no hace referencia a la nueva etapa que puede inaugurarse con Rajoy y sin Aznar en la dirección del PP, pero está implícita esa novedad. «Este es el mejor momento para abordar el diálogo sobre las distintas anomalías que afectan a nuestra vida institucional, que afectan a los mínimos esenciales de nuestra democracia». ¿Habrá respuesta del PP de Rajoy a esta invitación a «recuperar el clima de diálogo y respeto a las normas democráticas que debe imperar en nuestra convivencia cívica»? Es dudoso, salvo que la opinión pública fuerce a ello.