El paisanaje
Villalar, el huevo y la gallina
LA CLASE POLÍTICA de Castilla y León, los dos viejos reinos a partir de los cuales se hizo España, de esto hace ya cinco siglos, anda empeñada ahora en reencontrar sus raices y a tal efecto ha propuesto crear la Fundación Villalar, como símbolo, dicen, de los comuneros que reivindicaban la autonomía contra el centralismo. Puestos a rizar el rizo de la historia podrían añadir que, si España es hoy lo que es, se hizo en contra del parecer de los castellanos y leoneses, los cuales tuvieron que anexionarse, muy a su pesar, Cataluña, Galicia, el País Vasco, Cantabria, Andalucía y un vasto etcétera hasta redondear la península por todas partes menos por Portugal. Quiere decirse que llevamos oprimidos desde el año 1490 avasallando a los demás contra nuestra propia voluntad, lo cual es el colmo de la gilipollez, dicho sea con perdón. En Francia o el Reino Unido, que por algo se llama así, los otros dos estados modernos nacidos a la par que España, estos complejos psicohistóricos ni se plantean. Aquí, por el contrario, la UPL, que está especializada en enredar todos los bailes, ha cazado al vuelo la mosca de Villalar y presentado la tira de mociones en la Diputación y en los ayuntamientos, incluído el de la capital, contra la dichosa fundación. Y a los políticos del PP y del PSOE leoneses, los dos partidos con representación en Valladolid -o los de Valladolid con sucursal aquí, tanto vale- no les ha quedado más remedio que entrar al trapo y votar que «no», aunque con la boca pequeña. Han sido pillados en el renuncio, entre otros, el alcalde socialista Francisco Fernández y el presidente de los populares en Palacio de los Guzmanes, señor García Prieto. Los dos han añadido para no desairar a sus respectivos padrinos en Pucela ni a sus electores aquí que, hombre, se podría negociar si cambiara lo de la simbología a algo alusivo a León y patatín y patatán. Modestamente a uno sólo se le ocurre desenterrar las momias de Padilla, Bravo y Maldonado y volverlas a decapitar, por ejemplo, en la Plaza del Grano, a ser posible también con las de Lucas, el alcalde de Valladolid, León de la Riva, y el actual presidente autonómico Herrera, si bien parece razonable pensar que por lo menos estos tres últimos no estén de acuerdo. Pamplinas como éstas son las que han acaparado el debate político de la provincia durante las dos últimas semanas, justo cuando retornaban a Madrid, Cataluña o Bilbao nuestros paisanos emigrantes después de veranear en la casa solariega del abuelo: como sus antepasados de hace cinco siglos, pero a la conquista de un pobrín empleo, y no de un marquesado, y sin más armas que las del Inem. Los comuneros de antaño son hoy sólo charnegos o maquetos , se dice por si vale por aquello del victimismo a los políticos de la Junta. En cuanto a la rebelión comunera contra el centralismo de Madrid, históricamente también algo de eso hay. Como la de los irmandiños gallegos o los segadors catalanes, que vienen a ser todos de la misma quinta. Lo que pasa es que las rebeliones se iniciaron no por pedir más autogobierno frente a la nobleza de la época, que también heredaba el cargo como ahora -repásense los apellidos del Congreso y de los ministerios de 1976 para acá o, incluso de cuando Franco, menos Zapatero, que es primerizo- sino por la cuestión, menos patriótica, pero más popular, de no pagar impuestos. Entonces eran los de Carlos V y ahora los de Rodrigo Rato o los del consejero autonómico sucesor de Isabel Carrasco, se llame como se llame. No es por dar ideas a la UPL, pero hasta en el más remoto pueblín de la provincia se podría levantar un monumento a los decapitados del carbón, de la agricultura o, en general, del IRPF como alternativa a la Fundación Villalar. Lo de honrar a unos decapitados defraudadores del fisco en Villalar como mártires de la automía no deja de tener su morbo. Pero de ahí a levantarles una estatua como precursores de la España de las autonomías hay un abismo, tan hondo que uno no se explica cómo pudo acabar la clase política en el bachillerato la asignatura de historia. En cuanto a los agravios del resto de las regiones respecto a Castilla y León y el argumento de que llevan largos siglos sometidos a sangre y fuego, pues tampoco. La conquista de la periferia por los de ma meseta -salvo en el caso de los moros, y no siempre- no se hizo a base de arcabuzazos, que eran los misiles de la época, sino en la cama y mediante matrimonios de conveniencia entre los reyezuelos de aquel entonces, al final de lo cual, por ejemplo, tenemos en España como reyes a los Borbones de Francia. Seguramente eran armas sutiles, aunque no menos rendidas que las de ahora. Las cosas son como son. O ya eran como eran.