CRÉMER CONTRA CRÉMER
Corresponsabilidad familiar
EL MUY ILUSTRE y nunca bien ponderado Ayuntamiento de León, que Dios guarde, a través de ese diablesco mecanismo que va a resultar ser la Concejalía de la Mujer, está dispuesto, no sabemos todavía cómo, a imponer el sistema de corresponsabilidad familiar, como fórmula equitativa, justa y pacífica de entendimiento entre los componentes de familias, conjunciones copulativas sentimentales o cualquier otra forma de entender el santo matrimonio de nuestros padres. Dicen, aseguran los sociólogos que la sociedad se está quebrando por do más confianza había: por la institución de la familia, que era el vínculo sagrado que nos mantenía unidos. Había que imponer, se decía, la coparticipación del hombre, del varón, del macho, en las faenas generales que se deben llevar a cabo en el hogar. Ya estaba bien lo de cargar sobre las sufridas espaldas de la mujer, el parteamiento de los hijos, el cuidado de los mismos hijos, la atención de los otros hijos y además tener que atender a las labores propias de su sexo, como hacer y deshacer camas, fregar vajillas y suelos, hacer las sopas de ajo con ajo y llevar y traer a los niñatos que van al colegio a perder tiempo sobrante. Y aunque a mí, particularmente, sin necesidad de ir más lejos, me parece bien la doctrina de la corresponsabilidad familiar, la posible imposición de esta fórmula de entendimiento y pacificación entre las partes contratantes, me coge con el pie cambiado. Porque el que suscribe, señoras, no sabe freír un huevo, ni dos huevos, ignora cómo se hace una cama para que sobre ella pueda conciliar el sueño un ternero, no ha fregado un puchero ni en la milicia, ni ha roto un plato en ninguna de las múltiples crisis político-sociales que se suceden con frecuencia entre nosotros. Soy, señoras, un perfecto inútil. Debo tener sobre mis huesos más años que las Cercas del Rey Alfonso V y no parece normal que a esta edad mía vaya a solicitar una credencial para una Escuela de Adultos. Y lo malo es que este caso mío personal e intransferible se extiende, se extiende, se extiende, de modo tan alarmante que posiblemente, si la feliz idea de la Corresponsabilidad Familiar que nuestro perspicaz ayuntamiento está dispuesto a proteger, no funciona con la eficacia prevista, España -y no digamos León, tierra de vagos espesos-, se va a llenar de varones indomables y condenados a morir con las tareas domésticas sin hacer. Comprendo que el compañero de la pareja tiene cuando menos las mismas obligaciones que la mujer, menos parir, claro es, pero convendría establecer líneas de generosa exención para que podamos acogernos los inútiles, los que no valemos para nada, que diría Leopoldo Panero. Entiendo perfectamente la teoría de la Coparticipación familiar como fórmula infalible de felicidad, como acepto lo de rezar el rosario unidos para mantenerse juntos y calientes, pero no cabe atribuirnos a los hombres desarmados para la vida moderna de la Corresponsabilidad Familiar, la mala nutrición de los niños, por ejemplo. Porque podría darse también aquella chirigota lacerante de aquel niño que dirigiéndose a su padre le llora: -Padre, padre... ¡tengo hambre! -Coño con el niño. ¡Aquí nadie se acuesta sin cenar! -Papá, papá... Es que yo no he cenado. -¡Pues no te acuestes!