Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Dulce cosa es el mandar

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

Creado:

Actualizado:

A punto de concederle el gobierno de la ínsula Barataria, el duque explica a Sancho Panza qué dulcísima cosa es el mandar y ser obedecido. A ello responde Sancho en el mismo tono: «Señor, yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado». Don Quijote trata de orientar esos deseos de grandeza que de pronto descubre en su escudero. Alguno de sus consejos se ha convertido en máxima universal: «Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras». Sancho reconoce que cuanto le ha dicho el caballero son cosas buenas, santas y provechosas, pero de ninguna se acuerda. Le parecen «badulaques, enredos y revoltillos». He ahí la parábola de la vida. Nos pasamos la vida pretendiendo puestos de importancia. Nos encanta ser los primeros en algo. Ese deseo nuestro justifica las competiciones deportivas. Y también las oposiciones para conseguir un cargo. Así que ese anhelo debe estar plantado en el centro mismo de nuestra naturaleza. Lo necesitamos para sobrevivir. Si eso es así, ¿cómo es que Jesús pretende hacernos olvidar esa aspiración que nos mantiene en pie? En un momento de descanso, Jesús pregunta a sus discípulos «de qué discutían por el camino». El evangelio de Marcos añade con una cierta picardía: «Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante» (Mc 9,30-37). Nos parece que la pregunta de Jesús habría de leerse en presente. También ahora, él nos pregunta cuál es el objeto de nuestras preocupaciones y el tema de nuestras conversaciones. Mientras vamos siguiendo el «camino» cristiano nos ocupamos en asuntos de poder y primacías. También el silencio que oculta nuestra respuesta habría de ser leído en presente. Las campañas políticas nos revelan que lo que realmente interesa es colocarse en el primer puesto. Y en la vida cristiana puede ocurrir lo mismo. Luchamos por ser el abad de la cofradía, el arzobispo de la sede primada o la «presidenta» de la hermandad. Sin embargo, la advertencia de Jesús nos interpela: «Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». Más que un consejo es un mandato. Y es válido para todos los tiempos. - Ser el primero. Jesús no descalifica esa aspiración tan humana. Pero la orienta en un sentido nuevo e insospechado. Lo natural no se pierde cuando se eleva al plano sobrenatural. No está mal luchar por la excelencia. Pero no se ha de poner la excelencia en la imposición ni la arrogancia. - Ser el último de todos. Jesús no nos pide que renunciemos a nuestros legítimos derechos. Ni que anulemos nuestros talentos. Nuestras virtudes humanas pueden ser divinizadas, pero sólo cuando existen y se cultivan. Pero hacerse el último significa reconocer la grandeza y los valores de todos nuestros hermanos: también los más despreciados. - Ser el servidor de todos. Jesús no nos pide que nos convirtamos en esclavos que prostituyen su dignidad para conseguir un mendrugo, un cargo o una alabanza. La libertad es un tesoro. Pero mayor tesoro es el amor. Y por amor, el que era Señor de todos se hizo servidor de todos. En eso se revela su majestad y la nuestra.

tracking