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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LOS LEONESES y las leonesas es que no ganamos para sorpresas, desde que Rodríguez Zapatero, un leonés por amor, por costumbre y por ley decidió presentarse para Presidente del Gobierno de todos los españoles, incluidos los vascos. En un alarde de penetración en la entraña viva del poblado transgénico que es León y sus alfoces, nos hemos podido enterar en los últimos días de la existencia de un Asociación de Empresarios de Turismo Rural y, consecuentemente ha llegado a nuestro corto conocimiento la información sorprendente de que el turismo rural existe. En esencia, por turismo rural se debe entender toda aquella excursión llevada a cabo por tierras, montes, valles y ríos de la provincia, con voluntad de enterarse de verdad de la real composición de la tierra madre y al mismo tiempo con el propósito firmísimo de promover sus múltiples bellezas por todo el haz de la tierra hispana. Y si se nos apurara un poco, hasta por todo el universo mundo, incluidas las Islas Kuriles. A los leoneses, salvo excepciones favorables, nos tenía agarrotados, consumidos, marginados la pereza, la desidia, la codicia menor, sin querer enterarnos de que el turismo podía ser, lo es, un negocio que ríase usted y usted y usted y los peces de colores. León dispone de la cartografía más sugestiva de España. Los valles, los montes, las cuevas y las pallozas constituyen incentivos para todo aquel que de verdad quiere vivir y morir en plena embriaguez de belleza. Nos habían acostumbrado nuestros padres, que en paz descansen, a un turismo entre teológico y vinatero y de ahí no salíamos: Que si la Catedral, que si San Isidoro, que si San Marcos, que si las cabezadas, que si las ancas de rana de La Bañeza. Y para espantar complejos nos habíamos sacado de la manga milagrera lo de Espabila que es pues como un número para la televisión-basura. Reunidos los señores de la mentada Asociación de Empresarios de Turismo Rural con la más alta autoridad de la Excelentísima, al cabo de muchas concesiones mutuas y de muchas reverencias y cortesías, acordaron promover el turismo rural leonés, más allá de nuestras fronteras, incluso llegando, si fuera preciso, a Wladiwostov, hasta convencer a los más descreídos de que como en León ni hablar, y que tenía razón don José cuando aseguraba que rincón por rincón León y que más valía morir de pie en La Cabrera que vivir agazapado en el Barrio de la Sal. La noticia, repetimos, ha causado sensación entre los grupos políticos que se discuten la hegemonía, el mando y los dineros de los presupuestos, y el buen pueblo, presto ya para emitir su voto, no cabe en si de gozo. Si de verdad, tal como tememos, todo lo hablado en la magna reunión entre Empresarios del Ramo y autoridades atentas, no se queda en lo hablado, tendremos pronto un mecanismo eficaz, aunque caro, porque el turismo es caro, para conocer León y sus tierras y sus aguas y sus montes y sus médulas y transmitir nuestros entusiasmos a los ignorantes de Suecia, de Dinamarca, de Finlandia, que seguro que desconocen las Cuevas de Valporquero. Con nuestros plácemes más sinceros nos apresuramos a hacer llegar a donde corresponda la gratitud por habernos dado a conocer la existencia real de una As ociación para la promoción del turismo en León. Y de un turismo. Que ya lo decía mi abuela: «Galán, no te acostarás / sin saber una cosa más».

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