A LA ÚLTIMA
Más cárceles
LA ENTRADA en vigor de la última reforma del Código Penal puede, si al final llega a aplicarse, conducir directamente a la cárcel a miles de nuevos y forzados inquilinos, pero este suceso que en primera instancia parece que debería agradar a la mayoría de los ciudadanos, no debería agradar tanto, pues el hecho de que mucha gente esté en el cárcel no es sinónimo de seguridad, sino antes al contrario, de que se delinque mucho. El mayor énfasis punitivo lo pone esta reforma en el reincidencia, de tal suerte que la suma de cuatro faltas actuales, pequeños robos sobre todo, harán un delito y que la comisión de varios delitos subirán, por reincidencia, el monto de la pena. Visto así, y siempre que se tenga gran fe en el efecto disuasorio del castigo, pueden parecer razonables y hasta justas las nuevas medidas, pero si reparamos en el hecho de que los autores de la mayoría de los hurtos y de los pequeños robos son jóvenes carenciados, habitantes de los predios de la marginalidad, chicos de familias desestructuradas y entorno sórdido dejados de la mano de Dios, convendremos en que el mejor tratamiento para ellos, y también seguramente el más práctico y beneficioso para la sociedad, no es el de matricularlos en esa gran universidad del delito que es la cárcel, pues lo más probable es que el muchacho con problemas (y todavía con solución) que metemos en presidio, salga de él convertido en un ciudadano bastante peor, y más lesivo, y más peligroso, de lo que era cuando entró. La Justicia sólo se legitima si, paralelamente a las normas de convivencia que establece, asegura a todos los derechos básicos que permiten cumplirlas, pues no se puede condenar al que roba una hogaza si previamente se le ha negado el pan. Así pues, injusto sería aplicar penas severas que dificultan la reinserción y la educación a aquellos a los que la sociedad arrojó, siendo niños sin culpa, de su seno, y más puesto en razón, por el contrario, arbitrar los recursos y la inversión social que evita el aumento de la criminalidad. Si no, a este paso acabarán construyéndose más cárceles que viviendas de protección oficial.