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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LO QUE sucede, o al menos lo que me parece que sucede, es que desde estos rincones entrañables que son las Ciudades que no llegan a grandes, es que no nos enteramos de nada. Queremos decir que sabemos lo poco que conseguimos saber, a través de los instrumentos de comunicación que funcionan en Madrid, capital de todas las Españas habidas y por haber, rompeolas de todos los maremotos nacionales y punto de partida para toda carrera política que aspire a salir en la tele. Desde León, por ejemplo, como desde Cuenca o desde Zamora la bien cercada, no sabemos nada. Y al cabo de cierto tiempo alimentándonos de informaciones manipuladas en los laboratorios de Madrid, sabemos que no sabemos. Nos dicen que el anuncio de la Guerra de las Galaxias electorales españolas ya ha sido pronunciado, precisamente desde Madrid, lo cual nos impone la idea de que efectivamente, si Madrid dice que la guerra ha comenzado es que por supuesto la guerra ha comenzado. Los pregoneros de la conflagración electoral anunciada, se reunieron lógicamente allí donde las voces y los ecos se confunden, para asegurarnos que cada una de las facciones políticas alistadas cuenta con la suficiente carga de convicción como para llevarse el gato al agua. Los señores del Partido reinante, en ese impulso de dominio adquirido al cabo del tiempo de mando, predicen su triunfo, o séase, el triunfo de una continuidad que nos garantiza seguridad y cohesión. Los socialistas moderados, ponderados y educados, con el mismo signo de la victoria estampado en sus banderas, anuncian un tiempo para el cambio. Porque navegar es necesario, que diría D'Anunzio y España necesita, exige un golpe de manivela. Desde música de organillo. Sencillamente porque a nadie de entre los magos electorales se les ocurre disponer de gentes procedentes de las propias provincias que se pretenden conquistar. Y estos portavoces, se dirigen a cada una de las circunscripciones como si todas fueran una y a todas les correspondiera obediencia. Y esta es la tremenda falla de la estrategia electoral: Que a cada Ciudad, a cada pueblo, a cada elector debe ofrecérsele la doctrina que le corresponde, por su singularidad, por sus necesidades y por el color de aurora. Que se nos pretenda dominar electoralmente desde Madrid, o desde Valladolid, nos parece una insensatez, y la mayor parte de las frustraciones de políticos tan seguros como Felipe González, por ejemplo, fueron derribados precisamente por la teoría falsa de los emisarios de Madrid. En el tiempo de los apóstoles, cuando los ilustres caciques de la Provincia ejercían sus derechos naturales para manejar las elecciones, sin esperar a que desde Madrid dieran licencia, las elecciones se resolvían por la fuerza, la influencia y la mano izquierda de los candidatos y por supuesto de sus directos electores. Ahora, en esta hora, parece ser que lo que importa es lo que el partido, cuyo Estado Mayor reside en Madrid, acuerde y lo que resuelvan, desde los laboratorios instalados en Madrid y ocupados por técnicos a escala universal. El resultado a veces no se corresponde ni con los esfuerzos puestos en la demanda ni con la realidad de la tierra de procedencia del candidato, sepultado bajo los escombros de mágicos padrinos. La guerra, aunque declarada para el año 2004 está llamando a todas las puertas desde Madrid.