Diario de León
Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

Creado:

Actualizado:

«GUATEMALA es una granja cerrada por falta de huevos» reza una de las pintadas que ha aparecido en las paredes de esa ciudad, de ese país, de ese mundo. Y es que Hispanoamérica en sí parece un mundo aparte que tiene tanto de España como de nadie; tanto de sí misma como de todo. Tengo una amiga que me escribe emails desde Guatemala. Una amiga berciana para más señas. Una novia del mundo que trabaja como cooperante en ese país por mediación de una ONG. Yo me había imaginado Guatemala al leer alguna de las novelas de Miguel Angel Asturias como si fuera la versión azteca de un bazar surrealista, pero mi amiga, vía Internet, me lo hace ver con sus ojos, esto es, pobre pero no triste sino repleto de humor del absurdo: «El país ya estaba al borde del abismo pero con este gobierno ha dado un paso adelante», dice otra pintada. Mi amiga sale a la calle con sus ojos de acá y no para de encontrarse con personajes envueltos en situaciones insólitas -casi siempre paradojas de la pobreza-. Suele contarme sus visiones de realismo mágico y sucio, y toma nota de todos los grafitis interesantes que se encuentra por los muros. «Te los mando para que los enchufes en el periódico», me escribe mientras yo pienso en la valentía de quien no sólo cree, como yo, que el mundo es injusto sino que además pone manos a la obra para transformarlo. Ya ven, hay gente hecha de una pasta muy dura; gente que además es capaz de defenderse de todo con sonrisas... Entre ellos están los guatemaltecos y los cooperantes. A veces aquí pensamos que la ayuda internacional no llega nunca a su destino, pero hay personas sinceras que encarnan la solidaridad de un país; nuestra solidaridad. Y hay países como Guatemala que necesitan de nuestra ayuda no sólo por ser pobres, sino por no ser lo suficientemente pobres como para ocupar alguna vez un espacio amplio en los telediarios o las conciencias. Tiene que suceder una catástrofe natural para que nos acordemos de que Guatemala existe pero, poco a poco, se nos va olvidando entre el resto de noticias sucesivas. Mi amiga me habla de cómo la población soporta con estoicismo y resignación tanto la situación de perpetua recesión económica, como la incompetencia y deshonestidad de las personas que los gobiernan. Hace mucho que ya no creen en sus políticos ni escuchan sus promesas, salvo contadas excepciones. «Prohibido robar, el gobierno no admite competencia» se lee en otra pintada. Y en otra, una de mis favoritas, el pueblo dice: «Las inundaciones no se producen porque los ríos crezcan, sino porque el país se hunde». O lean sino esta otra: «La deuda de este país no es externa, es eterna». Como pueden notar, todas las pintadas que mi amiga me manda -los grafitis que se leen en las calles de Guatemala- tienen en común cierta ironía social ingeniosa y saludable que, bien mirada, se convierte en una protesta airada y pacíficamente revolucionaria: proclamas en contra de la corrupción. «A cada paso -me dice mi amiga- se ven en este país hilos de los que actualmente tira Estados Unidos porque, como dicen aquí, éste es un país de marionetas». Y así lo corrobora otra pintada: «Que nuestra patria deje de ser colonia o moriremos todos perfumados». Yo siempre he creído que la corrupción política es una exageración grotesca del egoísmo. Y supongo que lo contrario de los corruptos son los cooperantes; esas personas que salen de su casa para echar una mano allí donde haga falta, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en favor de desconocidos que lo necesitan con urgencia. No lo hacen por dinero, sino para sentirse satisfechos de sí mismos, y saberse responsables de la mejor energía que está haciendo que el planeta gire dignamente. Los cooperantes exageran su solidaria bondad como tratando de compensar nuestro déficit y el de nuestro gobierno. Y no vean, por lo que a mí me toca, cómo me molesta esta última frase que acabo de escribir. De todas formas me llaman poderosamente la atención las pintadas urbanas de Guatemala, porque son la poesía social combativa, guerrillera e irónica de un país inteligente y decepcionado. Un pueblo al límite que se ríe por no llorar. Por si fuera poca la pobreza del país, y la impresionante deuda externa con la que carga, encima está esa feudal y bananera corrupción política de sus gobernantes. O por decirlo, para acabar, con otra pintada: «Las putas al poder, porque con los hijos no nos fue bien».

tracking