Agujeros artificiales
LA FUNDACIÓN Telefónica ha convocado un concurso sobre la creación de vida artificial. Según las bases, se premiarán los más destacados proyectos en los que se utilicen técnicas como «genética digital, robótica autónoma, algoritmos caóticos recursivos, cognibots, virus informáticos, avatares y ecosistemas virtuales». En otras ediciones del premio, las creaciones se han quedado en extrañas maquinitas y montajes cuya triste y efímera existencia -como la nuestra- se acaba en ellas mismas. Cabría exigir de la Fundación Telefónica una aplicación más práctica de sus desarrollos tecnológicos. Por ejemplo, ya que en España no tenemos inteligencia política natural, la deberíamos crear artificial. Así, los creadores que participen en el certamen deberían aplicar sus inventos sobre un robótico autónomo como Maragall, sobre el caos recursivo de Simancas, sobre cognibots tipo Rajoy, sobre virus patológicos como Arzallus, sobre avatares -especialmente los más incontrolados- como los de Rodríguez Zapatero, y sobre ese ecosistema virtual de la nada que es la coalición Izquierda Unida (y que Dios me perdone). Creo que con estas aplicaciones prácticas ganaría mucho la creación de inteligencia artificial en nuestra política, ya que la natural es evidente que anda muy justita. Sin embargo, es de justicia reconocer que nuestras empresas están dando significativos pasos en ese sentido, es decir, en el de encontrar aplicaciones prácticas a objetos hasta ahora poco aprovechados. Por ejemplo, Iberdrola y Endesa han comenzado a distribuir Internet a través de los enchufes de la luz, inocentes instrumentos que, hasta ahora, servían fundamentalmente para que los niños pequeños aprendieran a interactuar con su entorno metiendo los deditos en sus agujeros, en los de los enchufes, en un asombroso ejercicio de curiosa y precoz prebuscencia. A ver si se aplican los de la Fundación Telefónica y nos devuelven, mejorados con su inteligencia artificial, esos tristes espectros desenchufados que meten sus deditos en los agujeros del país porque algo se empiezan a imaginar, los muy fresquetes.