¿Sólo o con azúcar?
A ver si nos aclaramos. El Ayuntamiento de León, que preside seguramente con la mejor voluntad el nuevo alcalde Francisco Fernández, prometió reservar la mitad del suelo en el futuro plan de ordenación urbana a viviendas sociales. «A la horca con los especuladores», era la consigna de hace tres meses en medio del beneplácito general de una ciudadanía hipotecada hasta la segunda generación, pongamos que a treinta años. Este mes, sin embargo, Fernández ha llegado a un acuerdo con Ebro, propietaria de las ruinas de la azucarera Santa Elvira, por el que el Ayuntamiento se queda con la fábrica para convertirla en palacio de congresos y exposiciones, a saber de qué, a cambio de recalificarle a la empresa los terrenos de los alrededores, donde se construirán más viviendas de las que pueden caber. O sea, que el dinero que no paga el alcalde para quedarse con la venerable azucarera lo va a cobrar de todas formas la empresa cuando venda a precio de oro el suelo de al lado. Y, naturalmente, los pisos se pondrán por las nubes. He aquí, por ejemplo, una operación clásica, aunque nada ejemplar, de especulación urbanística con pagos en especie, lo mire como lo mire el señor alcalde. Este tipo de apaños eran los que Fernández y los suyos tan duramente criticaban al anterior equipo municipal de gobierno, cuando se subastó al mejor postor el solar del desaparecido campo de fútbol de La Puentecilla para que el exalcalde Amilivia pudiera dedicarle otro más alto a su abuelo. O cuando el PSOE se opuso a financiar el soterramiento del paso a nivel de El Crucero con la recalificación a lo bestia de todas las fincas del entorno. «Hombre, así cualquiera», solía decir entonces en los plenos el portavoz socialista, señor Alejo. Y no le faltaba razón. En la comunidad autónoma de Madrid andan estos días a tortas por lo de la especulación del suelo y la repetición de las elecciones. Y la campaña del PSOE e IU se basa en los mismos argumentos que los de Fernández aquí, sólo que con seis meses de retraso por culpa del tránsfuga Tamayo. Pero para una vez que los de pueblo íbamos por delante de los de la capital viene la «operación Santa Elvira» a demostrar que en España el que no especula es por falta de entrenamiento. Da igual cualquier partido porque en asuntos de dinero ya no se encuentra ningún político a quien consolar honradamente con el viejo refrán de «macho, parece que te has caído del guindo». Los demás tampoco. La campaña electoral de Madrid no sorprende a los que desde provincias la ven con cierta perspectiva. Cuando los periódicos traen la noticia de la que la portavoz del PSOE, Ruth Porta, tiene un marido apolítico y constructor que ha edificado para la familia un bonito patrimonio de pisos y chalés en el erial más inverosímil, o que el candidato de IU ha acumulado otro proletario patrimonio inmobiliario de mil millones de las antiguas pesetas, o que Esperanza Aguirre, ésta por el PP, tiene cercadas desde tiempo inmemorial a su nombre respetables fincas solariegas, los pobrines de León, hasta ahora orgullosos de tener en propiedad una hipoteca de noventa metros hasta el año 2033, cuando más o menos el hombre llegue a Marte -si es que no llegan antes las torres de los Albertos o de Florentino Pérez- lo más que podemos decir es : «coño, ya lo avisaba mi abuelo cuando la República, parecía la lista cerrada del partido, pero era un latifundio». En cuanto al resto del programa electoral, también está inventado. Lo de que los jubilados y los jóvenes madrileños viajen gratis en «metro» o en el «busi» lo patentó aquí el exalcalde Morano allá por los años ochenta y, aún antes, Franco con los carnés de familia numerosa en los vagones de Renfe. De modo que el socialista madrileño Simancas viaja con retraso. Otra cosa es que a la hora de copiarse unos a otros ni siquiera se pongan de acuerdo. Pase, por ejemplo, el asunto de la especulación y allá cada cual con su finca. Pero lo que resulta ridículo es que Fernández peatonalize las calles de los principales colegios de León y subvencione a medias cualquier autobús que se ponga a tiro, incluído el «bus-buho» a la salida del cole los viernes de madrugada, mientras Simancas los pone gratis en Madrid para estudiantes y jubiletas, y en Sevilla el presidente Chaves, les niega las rebajas del bonobús escolar a los nietos de la tierra de María Santísima. Puede que los tres dirigentes socialistas no sean de la misma empresa. Cosas más raras se han visto. En fin y volviendo al asunto de la azucarera, servidor también se pide un piso barato, todo exterior como el solar de ahora mismo y, a ser posible, con grandes vistas a los trenes de El Crucero. Eso sí, cuando crucen por debajo.