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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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QUE NO cunda el pánico. Cuando decimos que se informa de que uno de los brillantes Ministerios que componen el Gobierno de la Nación se dispone al sano ejercicio de proponer a quien corresponda que sean aumentados los sueldos, no nos referimos naturalmente ni al de los albañiles, ni al de los mineros, ni al de los carpinteros de azuela, ni a ninguno de los múltiples y esforzados miembros de la sagrada familia del trabajo, propiamente dicho. El señor Ministro de la Guerra o de la Defensa, Excmo. Sr. D. Federico Trillo-Figueroa, está a punto de proponer (si no lo ha hecho ya), un incremento del 20 por 100 en el salario mensual de la tropa. Parece ser que la medida se produce para incrementar, si es posible, los incentivos que puedan tender a entusiasmar a la juventud al alistamiento, en el Ejército, dado que, a pesar de todas las campañas publicitarias, ensayadas hasta ahora, el número de aspirantes a cabo, a sargento o a suboficial de las fuerzas armadas y de las que se van a armar, no cubre las exigencias de la nación. De modo que el señor Ministro de cuyos arrebatos Dios nos libre, se dispone a solicitar democráticamente dinero, dinero, dinero, como el poeta señor Busch, para la misma empresa de someter a la democracia yanqui a los míseros esclavos de la satrapía de Sadam... Desde nuestro punto de mira, que no es el del fusil, esta disposición de aumentar los emolumentos de la milicia nos parece bien, porque posiblemente, quien sabe, todo puede ocurrir, la medida contagie a esta nuestra sociedad de consumo y efectivamente no se verán agraciados con la medida solamente los militares, con o sin graduación, sino todos aquellos a los cuales les ha correspondido, con el trabajo común, un destino de guerra. Con esta medida, lo mismo que sucedió cuando lo del islote «Peregil», se incrementa la personalidad del Ministro, entrando a figurar en el cuadro de honor de la política española, que manda hacer Don José María Aznar. Y frente a los que sugieren, con malicia manifiesta, que nuestros ministros pertenecen a la tercera división y que en la brillante baraja política universal no pasarían del dos de copas o de bastos, se imponen con acciones como las que acaudillan el señor Trillo, el señor Cascos, el de los trenes que no dejan huella, o la señorita Palacios, la preferida del lírico de la Casa Blanca, blanquísima. «¡Manda huevos!»... El cuadro de mandos políticos de la España eterna no es debidamente estimado y no faltan cronistas que en lugar de registrar, por ejemplo, la delicadeza con que la ministra de nuestros destinos internacionales se comporta ante el Emperador, se esfuerzan en destacar su facilidad de palabra. Destacamos este hecho singular del aumento de sueldo en los tercios españoles, porque, sin duda, o tal vez, así que el nuevo Presidente ocupa la Moncloa, verdaderamente Casa Rosada para todos los aspirantes a mandar en España y así que se sentencie el pleito electoral se verá obligado a revisar la situación y la imagen de todos y cada uno de los ministros que nos gobiernan. Porque, dicen los malvados Caravel, que andan por el monte solos, que no todos valen.