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Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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Astorga fue esta semana el epicentro de la vida de las cuatro diócesis que formamos la Provincia Eclesiástica (Astorga, León, Oviedo y Santander, por orden alfabético), porque en la Caja de Ejercicios, en las afueras por el Camino de Santiago, se reunieron los cuatro Obispos de las citadas diócesis, sus vicarios y una cincuentena de arciprestes. Allí se hizo la digestión de un documento que se había cocinado hace poco más de un año, que es propio de las cuatro diócesis y afecta al futuro. Si me apuran diré que es hasta determinante del porvenir. ¿Por qué? Pues, nada más -y nada menos- que porque trata de los caminos que se han de hacer para poder llegar a ser -todos, ¡eh!, también los arciprestes, los vicarios y hasta los obispos-fieles discípulos de Jesucristo. Está en juego la solidez interior y exterior de los creyentes, cimentada en la formación. «Orientaciones para la formación cristiana integral» es el título del documento estudiado. Y se llegó a algunas conclusiones que comparto con los lectores. La cultura actual favorece poco la ocupación en una formación que lleve al compromiso, aunque ésta sea una línea de acción de los planes pastorales de las cuatro diócesis. Para avanzar por estas veredas conviene ponernos de acuerdo en lo básico, que es el contenido del documento, en especial en lo que conlleva el adjetivo integral, que debe incluir las dimensiones humana, comunitaria, intelectual, espiritual y apostólica o pastoral. Para darle consistencia debe, además, ser integradora de todas las facetas de la persona, frente al riesgo de la fragmentación interior que lleva a la incoherencia. Y debe ser permanente, como resultado de una disposición interna de saber que estamos siempre en camino y necesitados de profundizar y ampliar conocimientos, valores y sentimientos. Se destacó también que es importante contar con un grupo o comunidad de referencia para la reflexión y el compartir la experiencia, sin olvidar que el punto de arranque es siempre la autoexigencia y la responsabilidad personal. Se pidió también que las programaciones que se elaborarán, dentro de la obligada variedad, tuvieron en cuenta las diferentes realidades en que se vive y que hay que iluminar, así como que se marcaran preferencias en los objetivos a conseguir, para así evitar agobios y sentimientos de frustración. Igualmente se subrayó la idea de que el intento contará con la marca diocesana -y no de grupos particulares-, que incorporará a todos los sectores del Pueblo de Dios a la experiencia -con especial recuerdo para los religiosos- y que pensara y ejecutara con la coordinación oportuno entre Delegaciones, Secretariados y otras instituciones eclesiales. Les cuento todo esto no sólo a título de información o de referencia a un evento ajeno. En Astorga estuvo muy presente la realidad pedestre de nuestras Iglesias, los intentos hechos en el pasado, las urgencias del presente y el horizonte del futuro, cercano y lejano. Vamos, que se quiso andar muy por lo llano y lo objetivo. Y en ello se sintieron implicados los asistentes, que no buscaron recetas para las enfermedades de otros. Pero también en ello, como telón de fondo tal como si de un retablo vivo se tratase, estaban todos ustedes, mis amables lectores. Todos necesitados de una formación integral, integradora, grupal y permanente que nos adentre en la grandeza de la fe cristiana. Y lo de siempre: que sirva para bien de todos y de cada uno. Incluido este mundo deformado y hambriento de felicidad duradera. ¿O no? Unas líneas más para contar pequeñas grandes cosas. Así la presencia de la Virgen de Buen Suceso en el templo centenario de La Pola de Gordón; la frase lapidaria de Sergio González, peregrino gallego que, en silla de ruedas, hace el camino desde Roncesvalles: «Todo se supera con el impulso de la fe cristiana»; la reapertura de la iglesia parroquial de Santa María de Cababelos, tras un encomiable trabajo de hacendera de la feligresía; la apuesta profana y secularizante del Ayuntamiento de León por el Xacobeo 2004, con mucha música, mucho teatro, mucha fotografía y nada del sentido religioso del acontecimiento; estatua en Robledo de Caldas para el profesor dominico Santiago Pérez Gago; y otra frase para enmarcar en Cristóbal Halfter: «Sin volver a la espiritualidad, el siglo XXI no existirá». Dios le oiga.

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