CRÉMER CONTRA CRÉMER
Día de la mujer sin hombre
A DON JAVIER Checa González, alcalde famoso del municipio de Torredonjimeno, en el corazón de la «tierra del jipío», o sea Jaén, donde vive Don Lope de Sosa, le amenazan con cesarle fulminantemente. No se le ocurrió al hombre, que, se supone, que harto tendría con atender a las labores propias de su sexo y cargo, sino instituir, por los poderes que sin duda le concede la Constitución y la Ley de Bases, El Día de la Mujer, lo cual no dejaría de ser incluso un motivo de admiración, dadas las ayudas que la mujer necesita en un tiempo de extranjeros violadores, sino fuera digo porque, según la letra y la música del Bando del señor alcalde este homenaje a la mujer deberá obligar, a los hombres todos los jueves de cada semana a encerrarse en casa, «espumando los pucheros», cambiándole la braga al niño y echando de comer a los conejos... El señor regidor jienense equivoca los rumbos, porque no se trata en esta santa novena de encerrar a los hombres, sino de liberar a la mujer. Y no se entienden cómo una señora pueda sentirse liberada, en todo o en parte, encerrando al esposo, al marido, al hombre, al compañero en la cocina. Además, los varones de la tribu, se han apresurado a denunciar lo que la media municipal tiene de extravagante, de ridícula y de anticonstitucional, dado que en ninguno de los capítulos de nuestra norma suprema figura la autorización para que un alcalde, ni siquiera el de Zalamea, pueda legislar por si y ante sí, el encierro de los varones del poblado. Que efectivamente en Torredonjimeno, que en Malagón, existan tipos masculinos para el encierro, no cabe duda, porque en todas partes cuecen fabes, pero que por un mal viento municipal se salga un alcalde con el bando que obliga a todos los varones a encerrarse y dedicar sus artes al cuidado de los garbanzos, parece cosa de dementes o de payasos. Y es que algunas autoridades, sean locales, provinciales o nacionales, se pasan de las atribuciones que la norma, los códigos, las leyes y la costumbre les otorgan y no se andan por las ramas y montan su justicia, sus ordenanzas y sus leyes para su aplicación según convenga. El señor Checa González, intenta justificar tan absurda disposición declarando que todos los hombres del municipio, «deberían concienciarse y solidarizarse con las mujeres», entendiendo que el espíritu solidario se demuestra encerrando al varón y permitiendo que la dama se divierta sola. Los vecinos del pueblo se han reunido como un solo hombre y han dispuesto una protesta ante quien corresponda solicitando la intervención de los doctores de la Seguridad social por si cabría sospechar una cierta forma de extravío. Y esto sucede porque, desde que se proclamó la democracia, muchos de los investidos con algún cargo se consideran autorizados para regir los destinos, no solamente políticos, lo que ya es una coña maragata, sino familiares. Y con razón, estos varones domados e indomables, sugieren a todos cuantos han sido nombrados para algo que se guarden de excederse en el cumplimiento de su deber y entiendan que un alcalde, en resumidas cuentas no es más que un servidor del común, encargado de atender la administración y buena compostura de la ciudad, sin entrar en cuestiones familiares. Hasta ahí podríamos llegar! O si se prefiere: ¡Hasta ese estamos llegando!