La última batalla de Alfonso VI

Quizá en otras cosas no pero, en lo que todos los historiadores coinciden, es en las extraordinarias dotes diplomáticas que atesoraba Alfonso VI. Como si esas virtudes le hubieran acompañado después de muerto, el hijo de Fernando I y de doña Sancha, sigue ganando batallas. La última la ha librado a las puertas de Toledo, una de las ciudades que estuvo más próxima a su corazón y a sus objetivos como abanderado de la unificación de los reinos cristianos frente a la dominación musulmana. Después de sortear una ag uda polémica, -en la que diferentes grupos políticos toledanos y hasta académicos de la Historia cuestionaron la necesidad y la oportunidad del proyecto-, su memoria, en forma de monumental estatua ecuestre, presidirá dentro de unos días una de las principales entradas a la ciudad im perial. Toledo rinde así tributo al monarca leonés que fue desterrado en la taifa de Toledo, por su hermano Sancho II, rey de Castilla, pero recuperó posteriormente su trono, el de Castilla -tras morir asesinado Sancho a las puertas de Zamora-,  y el de Galicia que regía su otro hermano García. Alfonso utilizaría a partes iguales fuerza y diplomacia para, en el año 1085, conquistar la ciudad del Tajo que abría de par en par las puertas de al Andalus. Nadie puede poner en duda la trascendencia de la política de unificación llevada a cabo por el rey leonés quien, con una perseverante clarividencia, fue dando pasos decisivos para sentar las bases de lo que hoy somos.    Luis Martín de Vidales, el escultor toledano que ha impulsado esta obra y la ha donado a su ciudad, cree que se debía este homenaje al emperador sin que la orgullosa figura que va a presidir la entrada por la carretera de Madrid vaya a enturbiar la imagen de Toledo como ciudad abierta y tolerante: la ciudad de las tres culturas. De hecho, la estatua culmina un amplio conjunto en el que se incluyen alusiones claras a las culturas musulmana y judía. Y ese mismo espíritu de concordia late, según el escultor, detrás de la concepción de la estatua en la que el rey no empuña la espada sino que aparece sujetándola por la hoja y, eso sí, exhibiendo la cruz que orientaba la conquista. La Diputación y el Ayuntamiento de Toledo, tras superar varios desencuentros políticos, han acabado afrontando el coste de la realización material de este conjunto sin que el artista haya recibido cantidad alguna. Toledo se adelanta así en el reconocimiento a una figura esencial de la historia de España y a quien, en su patria chica, no se le ha prestado mucha atención, al menos como referente estético. En este sentido, sigue prácticamente paralizada la iniciativa respaldada por la Unión del Pueblo Leonés para erigir varias estatuas dedicadas a los monarcas en la Avenida de los Reyes Leoneses. Fuentes de la Unión del Pueblo Leonés (UPL) aseguran, no obstante, que se pretende dar un nuevo impulso a este proyecto en el que se quiere dar un especial protagonismo a la figura de Alfonso IX y las Cortes de León.