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Publicado por
Antonio Núñez
León

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APROVECHANDO que esta semana no había mayores problemas que resolver en la provincia, los partidos políticos han firmado un gran «pacto por el deporte», que algunos califican de histórico y que, en todo caso, sacará de la miseria -la económica, no la de la tabla de clasificación- a la Cultural, el Ademar, el Baloncesto León y al Cleba León BM. Al parecer tanto el Ayuntamiento como la Diputación, que no tienen para bachear las calles pero sí para subvenciones a los clubes deportivos «de élite», y a saber por qué les llaman así, han decidido endeudarse un poco más y pagar 2,2 millones de euros a estos últimos para que puedan acabar, con suficiente fuelle y más moral que el Alcoyano, la temporada. Dicen que era un dinero que se le debía a los clubes, endeudados también hasta las cejas, tal vez porque los políticos no pagan entrada en el palco o, al menos, no la suficiente de su propio bolsillo para exhibierse las tardes de domingo. Les habían prometido una pasta gansa y es de ley que se la paguen, aunque hubiera sido preferible que no fuera la de los trabajosos impuestos de la gente. Porque también les pasa lo mismo a cientos de pequeños proveedores y empresarios que han prestado mercancías y servicios al Ayuntamiento y llevan tres temporadas de liga o más sin cobrar. Parece ser que lo suyo no es tan urgente, aunque a muchos de ellos, como a la Cultural, tampoco les llegue el dinero para pagar la nómina a fin de mes. Sus trabajadores, por supuesto, no son «de élite». Sólo la demagogia por captar o no perder votos explica el consenso de todos los partidos en el susodicho «pacto por el deporte», que, histórico o no, por lo menos carece de precedentes. No se recuerda tanta unanimidad para aprobar un puente, una autovía o un hospital. Lego como es uno en asuntos balompédicos, de balonmano y de baloncesto no acaba de entender por qué una parte de lo que paga al fisco tenga que ir a parar a tan selectos clubes. En lo único que estamos democráticamente de acuerdo es en que tanto los euros como las antiguas pesetas y los balones de toda la vida son redondos. Pero, tras repasar la declaración de la renta, a algunos se nos ocurre que, puestos a redondear por lo barato las cuentas del deporte, lo mejor es que jugaran todos al «guá», o sea a las canicas. Es más, apoyaríamos incondicionalmente desde la grada como el ultra más acérrimo o acémila a cualquier partido que se presentara en las próximas elecciones con las siglas, por ejemplo de «León Guay Canicas Club». Y seguramente el primero en apuntarse sería el interventor municipal. Tenía también entendido uno, en su reconocida ignorancia por la que pide disculpas a la afición - pero no al alcalde, eso que quede claro- que cuando se aprobó la reconversión de los clubes deportivos en sociedades anónimas fue por dos razones de sentido común: una, que manejaban presupuestos astronómicos en fichajes, taquilla, negocios publicitarios o televisivos, etcétera; y, segunda, que, quitando al Athletic de Bilbao en el resto de los equipos cada jugador procede del pueblo más insospechado, por lo que parece excesivo que les pague el ayuntamiento. En la Cultural puede que haya uno o dos del barrio de San Mamés o de El Ejido, pero en el Real Madrid, salvo Raúl, el de más cerca viene de Argelia (Zidane), del pueblo de los Beatles (Beckham) o de Río de Janeiro (Ronaldo). De tan lejos llegan que no en vano les llaman los galácticos, con nóminas igualmente a años luz del sueldo base. Aún a riesgo de que la medida sea impopular los partidos deberían meterse sólo en lo suyo -enseñanza, sanidad, paro, baches, etcétera- y dejar que los clubes administren sus propios dineros sin recurrir a las ubres del presupuesto municipal, que todo el mundo ordeña. Echando las cuentas en pesetas de lo que va a pagar ahora el Ayuntamiento, salen las siguientes: 139 millones a la Cultural, que tiene 5.200 socios, a razón de 27.000 pesetas por socio; 85 millones al Ademar (a 32.000 el socio); 102 millones al Baloncesto León (44.000 pesetas por socio); y 39 millones al Cleba León BM (101.000 pesetas por socio). Es razonable dudar que si las acciones de los cuatro clubes de élite de la provincia cotizaran en Bolsa pudieran llegar ni siquiera al nivel de Rumasa. Pero ahí está el Rayo Vallecano para demostrar que en esta vida, como en la liga, se puede remontar todo. Y por último, dentro de lo poco que algunos entendemos de fútbol, lo único que está claro es cuando dicen las crónicas que la Cultural «juega en casa», o sea en el estadio Antonio Amilivia, que es también de propiedad municipal y costó tres mil millones en dinero público, aún sin pagar. Y claro que juega «en casa». Pero en «miii...casa». Como diría el galáctico E.T.