Haberlos, haylos
TAMPOCO NADIE cree en los funcionarios, pero haberlos, haylos... y en crecimiento ilimitado. Se cuadruplicó su número en los últimos quince años, válganos Larra, que no era un jugador del Osasuna, sino don Mariano José. Crecen y crecen. Y duran y duran hasta que el conejo suelta el tambor, que no se da el caso. Más que un estado, la España de las autonomías, consejos comarcales y estaribeles administrativos parece una oficina de colocación con el agravante de que ningún ciudadano cree en la limpieza técnica y puridad democrática de oposiciones y accesos a la función pública, que vienen a ser la vía del concurso, la vía laboral, la vía digital y... la vía vaginal (consabido es: al amigo, el culo; al enemigo, por el culo; y al indiferente, la legislación vigente). Pero cuando se rebota el país en cifras de paro, todos piden que se aumenten los tetones de la ubre, que se convoquen plazas de guardias, conserjes o sexadores de cangrejos zurdos en la margen izquierda del Porma. Y se convocan. Un funcionario inventado significa una panza agradecida, una familia devota y unos cuantos votos cautivos. Así que, más madera. Y a sobar la masa. Tranquilos todos, que aquí no hay una iteuve para retirar de la vía pública a los trastos y cachivaches de chasis esferulado que ponen en grave peligro la circulación. Aquí la cosa es vitalicia y los verás sin freno, con las ruedas en el capó y hasta sin volante, pues no pocos que a dedo entraron son orillados cuando llega otro político que también tiene dedo tieso, ganas de enredar y un morral de favores personales ineludibles (o su cuñada le escalda y el secretario general le destituye), de modo que tenía razón aquel guri municipal a quien un rústico de las Arrimadas, admirado por el tamaño monumental de la casa consitorial, le preguntó, «¿y aquí cuánta gente trabajará?», a lo que el guri Diógenes contestó con cachaza resabiada «pues como mucho, mucho, un tercio». Reformar la función pública aterra a todo partido. No sólo han dejado las cosas como estaban, sino que abonan y riegan el disparate histórico. Más madera. Es la ceremonia del estorbo y la multiplicación de instancias. Atónito ante este paisaje, anota Larra desde su tumba: «Funcionario: dícese de aquella persona que siempre encuentra un problema para cada solución».