Diario de León

Creado:

Actualizado:

LOS IMPERIOS colonizan por norma o embutiendo cañonazos iraquíes, los colonizados de tendencia panoli lo asimilan con fervorín exagerado y, al final, nos acaban metiendo un jalogüin por la retambufa; con lo que duele. Así es costumbre, pero es de celebrar la excepción que confirma la ley. Vaya un ejemplo: entre los arriscados astures que plantaron cara y trampa a la invasión romana hubo algunos que acabaron de mercenarios sirviendo al invasor y, aún así, persistieron en algunos rasgos de cuño propio (ahí quedó inmortalizado en piedra de relieve tosco un tal Pintaius, cazurro de cazurrería, que sirvió al imperio adornándose con pellejos de lobo y sobeos de badana propios de la vestimenta bronca de su pueblo; fue un traidor, pero tuvo detalle). Por eso, lo del jalogüin da cierta cagalera dolorosa y deprimente por lo que tiene de entreguismo a unos ritos festivos o culturales que son ajenos y, por tanto, huecos de sentido, impostura que se superpone y entierra un patrimonio propio que no merece estas muertes sumariales y paletas. Se percibe de una forma especial esta permeabilidad al plagio, a copiar de fuera lo que dentro no discurrimos, en el fútbol, estadios que suenan y vocean con jaleamiento extranjero. Quiere decirse que ese oé, oé, oé que inunda toda grada nacional es grito inglés nacido en sus campos de rugby, donde los hinchas son admirables por su hervor de cánticos y apoyos, aún siendo adverso el marcador. Una aportación genuina y española al vocerío de hinchada fue aquel alargado chssssss... pún que saludaba el saque de puerta mientras el balón volaba. En ningún otro estadio del ancho mundo sonaba algo parecido, así que en otros países cayó estupendo y lo imitaron mientras aquí ni se oye ya. Algo parecido sucede en las gradas del Amilivia, ese cuyo césped parece foso con paramento de hormigón, patio de cárcel, con aficionados elevados en gallinero. No ruge ni suena a propio ese campo. Se enfría la hinchada por un revés. Moruga cazurrería. Pero ahora que viene el Atlético de Gilito se sugiere la resurrección de la voz jaleada y entusiasta del bañezano Duviz que buscaca descongelar la moruguez: Aúpa Cultu, triquitracatrá... ¡ra!... Alabín, alabán... Y lo que sigue. Era algo propio, marca de la casa, colegial quizá, entrañable... y lo enterramos por nada.

tracking