Diario de León

Publicado por
Antonio Núñez
León

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El presidente extremeño, señor Rodríguez Ibarra, al que muchos en su propio partido se refieren despectivamente como el bellotari , por sus ideas, supuestamente burdas a la hora de enjuiciar la política vasca, ha agarrado esta semana un monumental cabreo. Visto que en el PSOE madrileño y catalán andan con la lengua afuera para pactar con los independentistas de Esquerra Republicana a cambio de presidir en precario la Generalitat, anuncia que está ya harto de las filigranas políticas de sus compañeros Zapatero y Maragall y que, a partir de ahora, se va a dedicar exclusivamente a defender a los de su pueblo. «Por ejemplo,», ha dicho, «tengo unos veinte mil tabaqueros de cuando el Plan Badajoz de Franco que pueden ir al paro y eso para mí es infumable, aunque Franco fuera un cabrito: en cuando a la unidad de España y tal y cual, ya va siendo hora de que la defiendan otros». Al contrario de lo que le reprochan los suyos es de agradecer a Rodríguez Ibarra que tenga pocas ideas, pero todas claras. Muchos creen que para triunfar en política hay que aportar soluciones para todo, incluso cuando no existen problemas, de modo que los partidos en campaña electoral llegan, incluso, a inventarlos si no los hay. Un clásico diría que, cuando las cosas van razonablemente bien, abren la caja de Pandora, con permiso de las feministas, para justificar luego el cargo y el sueldo. Esto lo suscribirían Marx, Franco y Perogrullo, los dos primeros con sus propias teorías y el último con sentido común. Perogrullada por perogrullada ha dicho también Rodríguez Ibarra que con el 55% de los votos de su autonomía él no tiene necesidad de aventuras pactistas (Esquerra sólo tiene el 16% de los votos), lo que difícilmente se entendería en su pueblo. Cosa que también se entiende aquí sin necesidad de rascarse demasiado la cabeza. Es lástima que Ibarra no sea leonés, en cuyo caso podría haber rematado el discurso con el viejo refrán cazurro respecto a lo que les está pasando en Barcelona y Madrid a Maragall y Zapatero: «cuidados ajenos de los mis cojones cuelgan». Lo malo es que Zapatero sí es de León y se habla ya de que va por la tercera derrota electoral -Euskadi, Madrid y, ahora Cataluña- desde que es secretario nacional del PSOE. Totalmente incierto. Y también esto lo intuyó en su día Rodríguez Ibarra cuando, en vísperas del congreso nacional del PSOE que encumbró al cazurro dijo aquello de «para ir a la Vuelta a España debería haber ganado, por lo menos, la etapa de su pueblo». Luego le votó en el congreso del partido, pero las razones habría que preguntárselas a Alfonso Guerra. El manchego Bono a lo mejor también las sabe. A los estudiosos del llamado «efecto Zapatero» -y ahora hay cola en León para doctorarse- se les recomienda dar un repaso a las hemerotecas: exactamente y aunque les parezca mentira el PSOE barrió electoralmente en León en 1982 y, cuando luego llegó Zapatero a la secretaría provincial, empezó a caer sin remedio. Tras el último naufragio flotan en el Congreso y el Senado él mismo y otros dos en nombre de la provincia, ni uno más. Se conoce que lo suyo es barrer cuesta abajo. Las cosas con como son y la memoria es la memoria, Dios nos libre del alzhéimer. A uno, que ha sido testigo y notario de innúmeros pactos de Zapatero, como quien dice desde la puerta de casa, ya nada le extraña porque está de vuelta de hoja y los ha visto de todos los colores. Por ejemplo, el «pacto de la mantecada» en Astorga para desplazar a los del partido que no eran de su cuerda; el «pacto cívico» para echar al exalcalde Morano, el «pacto por León» para mantenerse él mismo, etcétera. Y, ya en Madrid, el «pacto de la justicia», el de la lucha antiterrorista, como si hiciera falta ponerse de acuerdo en eso, el de las relaciones con Marruecos... y así todo el rato. No es que a uno se le vaya la memoria: simplemente está aburrido de tanto contar pactos, como si fueran ovejas, del paisano pactautor que triunfa y pacta por do quiera que va, aunque, eso sí, dejando más cadáveres de compañeros de partido -preguntar a Nicolás Redondo, hijo, y a alguno que otro de por aquí- que de enemigos en la cuneta. Tal vez por eso va de derrota en derrota hacia la victoria final. Ahora les toca a Zapatero y Maragall pactar con el catalán Carod Rovira, el cual ya ha dicho que a partir de mañana, lunes, concederá audiencia a CiU y al PSOE. De lo cual deducimos Rodríguez Ibarra y un servidor que España está metida en un buen berenjenal: cómo pactar en la autonomía bisagra por excelencia para la gobernabilidad del Estado el gobierno que haga, a su vez, de bisagra en la Generalitat. Con tanta bisagra es para marearse. Somos una puerta giratoria.

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