Diario de León

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DE TODAS las vacaciones veraniegas recordamos como estupendas de verdad no más de cuatro o cinco. Una de ellas fue para mí un agosto en Corias, en las Asturias occidentales, de Cangas a dos pasos, el río Narcea lavando las botas del pueblo, con un puente de altanería y un monasterio gigante entallado en mitad del valle estrecho y alzado en mole clasicista que esconde dos claustros y enseña trescientas sesenta y cinco ventanas, conventón comendatario en su día, Escorialín para el orgullo asturianero, conventazos con suelos de tablón de castaño y claustros de losa con verdín, imperio benedictino construído por masones, apabullante, desamortizado en el XIX, ahospados sus monjes negros, traspasado a frailes blancos después con un gran trozo de monte castañero y unas viñas entre sus tapias, mas unas granjas a su vera, unos caedizos y dos huertones de respeto. Allí tuvieron los dominicos su seminario en el que estudió en su día uno de Vegaquemada que se llamaba Pablo Díez (lo dejó al poco, no valía para las letras y teología, pero con los números acabó haciéndose el rey de la cerveza mejicana) y Jesús Torbado, el ovetense Pepe Domingo Castaño y tantísimos leoneses que acabarían de cátedros en cánones, de priores en Lima o en la cuneta de brillantes rebotados. En el año 58 trasladaron ese colegio apostólico a La Virgen del Camino y aquel conventazo se conviritó en instituto laboral, que era un invento educativo del franquismo para fabricar obreros con diploma. Pero también se agostó y el monasterio quedó yermo de tripas y vacío de patios. Una lástima. Y una ruina moral. En las últimas décadas se arrendaron partes del conventón para sede de empresas y para bodas, restaurante incluído. Pero el Principado le echó el ojo, vio allí regeneración posible, le encargó a Peridis un plan director y se ofreció a los dueños dominicos cuatrocientos millones de pesetas. Se alargaron las negociaciones. Seis mil millones se llevaron al final y desde este año Corias es un proyecto de escuelas, talleres, industrias, dinámica formativa y económica para todo el lugar... Miré yo entonces al monasterio de Sandoval, aquí al lado, y al sueño de instalar allí un centro formativo de nuevas agriculturas, escuela de promesas. Pero la lotería del sentido común por aquí no toca.

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