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PUEDEN PASAR cosas de risa con esta visita que el Príncipe ha hecho a los sindicatos, con este arrimamiento de la corona al obrerío. El gesto ha emocionado a unos y conmocionado a los de más allá. Nunca se vio tal. Ahora una buena parte de sindicalistas mirarán con mejor encare a ese Borbón de soltería agotada, ese que no les valía más que para regatas de barquitos en la bahía de Palma... y se hacen felipistas, salvadas sean las distancias y el equívoco. En los sindicatos se habla ya sin sonrojarse de que hay que ensalzar la corona española como garantía de gobernabilidad y constitucionalidad en una España bronca en la que Ibarreche es príncipe de Viana y de Zarauz o Rovira un Robespierre que sueña un imperio napoléonico entre Lérida y Cambrils. O sea, monárquicos todos, sindicalistas convertidos a la puerta de Damasco. Se han descolgado del isabelismo liberal y se asilan en el carlismo y lo dinástico; manda trillos y «viva Honduras» otra vez. Por su parte, el Príncipe dió un paso de notable relevancia al pisar la casa sindical, el sanedrín máximo del obrero y del chaneta. Hay quien ve en el gesto la persuasión y el consejo de su elocuente e inteligente prometida, una Letizia que durante un tiempo alineó sus sueños a la vera de Izquierda Unida. Y el Príncipe se ha aproximado a la fe del pueblo obrero, a sus problemas, se ha puesto por un rato el mono de la realidad llana. Se nos hace sindicalista, dijo uno de ugeté en plena hemorragia monárquica, se afilia, se nos convierte en enlace sindical como su suegra, su combativa suegra, esa rojilla que, si no ye tan galana como su hija Leti, ye también pequeñina y vivaracha, bilorta pura, asturianina dinamitera y toda una mujer que tira de carros, familias y horizontes. Mucha novia y mucha suegra van en ese kit conyugal. Don Felipe acabará afiliándose al Sindicato de Príncipes, te apuesto lo que quieras. Y cambiarán algunas cosas. Si doña Sofía recomendaba hablar en inglés a su familia en palacio, en la cocina del Príncipe se introducirá el bable minero y se alentarán las huelgas de palafreneros. Así las cosas, los sindicalistas se harán todos monárquicos y el Príncipe se hará sindicalista quedándose solo. Cambio de papeles. Vaya paradoja. Y cuando Felipe acabe haciéndose republicano le expulsarán del sindicato. Al tiempo.