Diario de León

EL AULLIDO

La crítica de arte como arte

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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EL TIEMPO debe de haberse enamorado de ti y por eso pareces un retrato inmortal de ti misma en medio de la Plaza Torres de Omaña. ¿Sabes? Hoy inauguran una exposición de ésas sólo para «entendidos». Vale, vamos, que esta vez, como si el mundo fuera un reloj de arena y lo hubieran dado la vuelta, en la Galería «Tráfico de Arte» hay textos fríos con discursos eruditos colgados de las paredes. Lenguaje sin riesgo verbal. Sin imaginación. Sin sentimiento. Y los espectadores criticamos a los críticos sabiendo que a ellos no les gusta un pelo eso. Y los artistas de verdad quedan fuera de este experimento gasiosero. Y al caminar contigo por la calle en los tejados los gatos lamen las estrellas. Y mirarte a los ojos me invita a sentirme como un fotógrafo que retratara la bala que le va a quitar la vida. Y parpadeo. Y dan ganas de vivir. Y nos decimos que qué tienen de arte estas críticas de arte; estos lenguajes tan modernos y de siempre que hoy parecen idiomas cultos y muertos en los que nadie se expresa, como el latín clásico. Palabras que no cautivan. Que no conmueven. Que no saben nada de tu boca. Que no incitan a la pasión... Más bien parece esto la crítica de arte como justificación de una de las tendencias actuales del arte. Tú me dices que te sientes como una intrusa en esta Galería, como si el arte actual no quisiera tener nada que ver contigo ni saber nada de ti. Y es entonces cuando pienso en Ortega y Gasset, o en Alberti, o en Antonio Gamoneda, o en María Zambrano, o en Djuna Barnes, o en tantas personas que alguna vez tomaron la pluma para escribir sobre arte y, en ese instante, hicieron arte. ¿Dónde está aquí la palabra encendida que ilumina a la población y hace avanzar la civilización? ¿Dónde está la fe en el ser humano que intenta incorporar cada vez a más individuos al gusto y disfrute de la belleza? ¿Dónde está el placer que se vuelve contagioso? ¿Dónde está el dolor que convierte un grito en música? ¿Dónde están las verdades extraídas de la tristeza? ¿Qué puede hacer este arte por mí o por todos nosotros? Los críticos cuelgan sus opiniones en las paredes de una Galería como si fueran arte. ¡Ya les gustaría! Y nosotros, espectadores de a pie, recordamos entonces ese aforismo de Charles Bukowski que dice: «si no sabes hacerlo puedes dedicarte a enseñarlo». O tal vez ese otro de Arrabal: «los críticos escupen en la sopa para luego bebérsela». Y yo beso tu nombre al pronunciarlo en diminutivo. Y te cojo de la mano como un naufrago abrazaría a un delfín piadoso. Me miras. Te miro y entonces esta exposición se parece aún más a una rosa con dólares en vez de pétalos. ¿Toda elite es mercantil? Cuando nos vamos caminando hacia la calle Ancha hay allí un grupo andino repartiendo virtuosamente su folklore, su arte, y un joven con mirada de soñador postcolonial baila y toca la guitarra mientras te mira. Entonces a ambos nos da por pensar que gracias a estos críticos los artistas experimentadores, que no experimentales, pueden vender su obra a instituciones públicas o Museos de Arte Contemporáneo de León, Burgos o Itaca (así pagamos todos lo que no quieren los particulares). Y entonces, allí, pensamos que a los espectadores nadie nos paga por discrepar, pero eso es también un lujo. Y nos besamos. Una rosa con billetes en vez de pétalos. Modernidad ininteligible. Críticos que forman parte de jurados de premios en los que ganan artistas de «su galería». Museos asesorados por críticos donde acaban colgando sus obras esos mismos artistas. Salas de instituciones públicas dirigidas por críticos. Pensamiento único. Críticos que imponen su concepto del arte. Que no sienten tu presencia sagradamente femenina. Tu curiosidad intelectual. Tu sencilla bondad y esa constante inclinación a la ternura. Arte que te excluye y me obliga a abrazarte, ya en la calle, frente a dicha Galería. La crítica de arte como tráfico de arte. El intrusismo. Sigmund Freud. Los artistas frustrados... Lo contrario del amor.

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