Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

León turístico y monumental

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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PENSAMOS que no es necesario ni conveniente repetirlo todos los días y todas las noches: «Amamos a León como se puede amar a una madre», aunque de forma distinta para no confundir churras con merinas. Y hacemos cuanto podemos y sabemos, en territorio de nuestro censo electoral y en otras tierras, para atraer la atención de los padres fácticos a fin de que León no se nos quede en nada. Los agentes oficiales dedicados al cuidado de León nos sugieren la idea de instrumentar e incrementar el capítulo o epígrafe del turismo como madre del cordero de nuestros remedios. Y sugieren la idea de establecer rutas turísticas, por los bellísimos parajes de nuestra geografía, a fin de que los alemanes jubilados y las inglesas aburridas se acerquen a nuestros lugares y se beneficien de lo que los españoles todavía conservan, a pesar de las graves incursiones de los bárbaros y sus instintos de destrucción. Pero, pese a los deseos fervientes de los unos y de los otros, el llamado turismo de calidad no próspera y nos tenemos que conformar con que de vez en cuando aparezcan núcleos más o menos compactos con dirección a Santiago de Compostela. El turismo es una ciencia muy difícil, para la cual se exigen cualidades múltiples en quienes se responsabilizan de sus atenciones. Y por supuesto se requieren pueblos, aldeas, recintos singulares a los cuales pueda el turista dirigirse seguro de encontrar además de árboles, colinas y lagos ausentes, gentes amables y contentas de haber nacido precisamente en estos lugares tan entrañables para las ovejas y para las vacas. Porque es lo que va quedando en muchos de nuestros pueblos, hasta el punto de hacernos recordar con tristeza aquellos versos de Antonio Zozaya, que decían que dicen: «Es Lillo del Monte, tierra de Cabreros que tiene una fuente de aguas minerales y en donde en invierno desde los oteros bajan las raposas hasta los corrales...» Pues es uno de estos pueblos, cuyo nombre nos reservamos para evitar torpes interpretaciones, han tenido que encender una vela a San Clemente pidiéndole hijos. No solamente para el cielo sino para la tierra para la suya, para la nuestra. Porque de no mediar la intercesión del santo de su devoción, el pueblos e quedará sin gente para el futuro. Ya no quedan en el poblado más que cuatro niños, entre setenta ancianos y de estos cuatro infantes, que son la alegría del lugar, dos resultan niños itinerantes, de los que van y vienen y no se detienen. Y a mí sí que de verdad me da pena esta realidad que sí que tiene que ver con el turismo y con las elecciones generales y con la Catedral. Porque si se nos acaban los niños y tenemos que cerrar los pueblos ¿para qué coña queremos turistas, ni elecciones generales, ni catedrales góticas? Los organismos encargados del menester administrativo de las ciudades de cada autonomía andan a la greña con el turismo. Y se comprende. Porque en un pueblo en donde por desgracia se resiste la industria a establecerse de modo permanente, el turismo puede ser un recurso perfectamente válido. Con la condición previa, claro es, de no entregar la responsabilidad del turismo a los agentes de figurón e incompetencia, que es lo que ahora está sucediendo en este pueblo tan nuestro, tan turístico y monumental, para nada.

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