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Publicado por
JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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EN LA VIDA hay muchas cosas que percibimos como superfluas. Podemos prescindir de ellas con toda tranquilidad. Junto a esas cosas, hay otras que nos parecen necesarias. La publicidad nos ha convencido de ello. Los más jóvenes nos preguntan cómo podíamos vivir cuando no había televisión o cuando el teléfono móvil no podía tomar fotografías. Pero hay otras cosas que percibimos como necesarias. Lo que nos ayuda a vivir y lo que nos ayuda a convivir. En el primer bloque está la comida. En el segundo, el vestido y la vivienda. Los alimentos nos mantienen en pie. Y los vestidos nos sitúan en una clase social, en un grupo determinado, en una profesión. En tiempos de escasez no somos muy mirados en escoger la comida y el vestido. Son las épocas de bonanza las que nos hacen exquisitos ante los alimentos y los trapitos que nos ponemos. De unos y de otros tenemos más de lo que necesitamos. Comida y vestido El evangelio de hoy nos sitúa en un momento muy singular. Las gentes viven en expectación. Son muchos los que aguardan la venida inminente del Mesías. Y vuelven sus ojos a Juan, preguntándose si no será él la persona que aguardan. No, no lo es. Juan Bautista sólo ha venido a exhortar a las gentes a preparar los caminos (Lc 3,10-18). Su mensaje es inmediato. «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Según Juan, los tiempos del Mesías se preparan compartiendo lo más necesario: lo que nos sostiene en vida y lo que nos defiende e identifica. Juan baja a algunos detalles concretos. A los publicanos, o cobradores de tributos, les impone una conducta nunca vista: «No exijáis más de lo establecido». A los soldados les exige un comportamiento que parecía imposible por entonces: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga». Como se ve, los caminos del Mesías se preparaban a base de solidaridad y de responsabilidad profesional: dos virtudes que valen para todos los tiempos. Sin ellas no hay reforma que valga. Sin ellas no se sostienen las utopías. Viento, fuego, trigo y paja Todos los sermones incluyen consejos sobre lo que se debe hacer. Y si no los contienen los echamos de menos. El discurso de Juan no caía en la fácil moralina de siempre. Es cierto que exhortaba a las gentes a cambiar sus actitudes. Pero lo importante no es lo que habían de hacer sino aquél a quien habían de esperar. Juan lo describía con dos rasgos: ¿ El que bautiza con Espíritu Santo y fuego. Una buena zambullida en el viento y en el fuego. Eso es lo que habría de traer el Mesías. El viento da vida y el fuego purifica. Habrá que preguntarse si el Mesías en el que decimos creer realmente nos vivifica y limpia. ¿ El que tiene el viento para aventar la parva. Ese antiguo horcón separaba la paja del grano, cuando los labradores limpiaban en la era su cosecha. El grano alimenta. La paja es echada al fuego. Entre dos bienes, el Mesías ha de establecer prioridades. ¿Será verdadero Mesías aquél que no nos exige vivir en la radicalidad? - Señor Jesús a quien decimos esperar, ayúdanos a preparar tus caminos compartiendo en justicia nuestros bienes y dejándonos interpelar por la Palabra que nos juzga. Amén.

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