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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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LA SOLEDAD verde y fresca en lo alto de una montaña, el sonido de la vihuela y Radio 3 son para gente especial. Desde hace veinte años todo lo joven, raro, nuevo, excéntrico, vanguardista, minoritario y reconfortantemente inconformista que existe en el mundo de la cultura llega a través de Radio 3; a través de la permitida frecuencia hippie que es esa emisora estatal. Allí el jazz, el flamenco y la música country; allí el punk, el teatro del absurdo, el cosmopolitismo, la literatura independiente y el arte callejero. Todo lo que casi no cabe en ninguna otra parte tiene un hueco y un momento en Radio 3. O, hasta hace poco, lo tenía. Dentro de los programas clásicos más oídos de esa frecuencia de dial se encuentra Trébede, el espacio conducido por Iñaki Peña dedicado a la parte más verde de la existencia: la música folk y el medio ambiente. Trébede, con su punto de anarquía y cuarto y mitad de utopía, parece emitirse siempre desde el centro de un bosque alrededor de una hoguera entre músicos ambulantes que fabrican sus propios instrumentos, y fuman, y bailan a la luz de la luna, y respiran hondo, y brindan con malta de pastores. Cada emisión nos deja en el alma algo ancestral, primigenio, atávico: ese poso que también tienen y nos regalan los poemarios de Julio Llamazares. Hay que decir que Trébede comenzó como un programa de radio, pero ahora es una forma de vida. Por todo el país hay trevederos que visten a la contra; que viven a la contra. Se les ve y confunde por los festivales de música de los veranos del norte -como Ortigueira, Balboa y Pardiñas, por ejemplo- y realmente parecen anacronismos en este país nuestro que algunos tratan de hacer monocorde y uniforme, pero más que anacronismos son excepciones. Sí, Trébede constituye ya una forma de vida alternativa, una discrepancia consentida y con sentido, un soplo de aire fresco en esta sociedad nuestra tan desindividualizada, desgastada y homogénea. Es radio vegetal. Música del origen. Trébede no urbana. Trébede como un culto pagano a dioses silvestres. Trébede ecologista, documental y no comercial. Trébede cañera, contestataria, concienciada. Radio pirata con los papeles en regla. Radio con ese regusto insumiso que poseen las cosas que tienen que ver con la cultura de las minorías. Como era lógico y esperable en una propuesta ecologista y honesta como ésa, lo de la marea negra de chapapote hizo que el programa pusiera el grito musical en el cielo. O en el techo. Así: con verdad y con agallas. Lo mismo hizo con lo del trasvase del Ebro. Y el portaaviones nuclear aparcado en Gibraltar. Y el secuestro del barco de Greenpeace. Y demás familia. Pero, una vez más, nuestros gobernantes parecen haber confundido la verdad con una opción política. Y se han cargado ese programa. Primeramente suspendieron su emisión y ahora, tras protestas de miles de oyentes y una pregunta parlamentaria al respecto de parte de Izquierda Unida, han limitado Trébede a siete minutos dentro de otro programa. No podemos decir que este espacio radiofónico haya muerto, pero prácticamente lo han enterrado en vida. La actual directora de Radio 3 -Beatriz Pécker- resulta ser una persona con gran sensibilidad cultural a juzgar por su «Fiebre del sábado», y con formado gusto musical. Por eso sorprende y desconcierta aún más la indolencia mostrada para con la situación de Trébede, de ese programa degradado, silenciado y condenado a ser invisible dentro de La Ciudad Invisible. Ahora, mientras escribo esto con impotencia, pienso en los poemarios de Julio Llamazares de los que hablaba antes. Si «La lentitud de los bueyes « y «Memoria de la viene» tuvieran una banda sonora, ésta sería la música que emite Trébede cuando y como puede. Cada vez queda menos espacio para lo minoritario. Cada vez estamos menos cerca del origen. Cada vez somos menos nosotros.

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