Diario de León

Gente de aquí | Territorio y memoria

Los náufragos de Celama

El público, que llenó anoche el Auditorio, aclamó con un largo aplauso la adaptación teatral de la trilogía de Luis Mateo Díez

León

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Corsario, una compañía que en los últimos años se ha especializado en textos clásicos, como Coplas por la muerte, La vida es sueño o Don Gil de las Calzas Verdes, estrenó anoche en León -tras dos primeros pases el pasado fin de semana en Ponferrada- la esperada adaptación teatral de El Reino de Celama, el personal universo creado por el escritor y académico leonés Luis Mateo Díez. El también leonés Fernando Urdiales, director de Corsario -que produce este espectáculo con la nueva compañía leonesa Cantárida- ha sabido condensar a la perfección los sueños sobre los que se sustenta el mundo literario de Mateo Díez. El resultado es una espléndida obra coral, en la que el trabajo de los actores resulta decisivo para sumergir al espectador en la memoria de un territorio condenado a la extinción. Es la historia de los últimos supervivientes, héroes olvidados y víctimas de una tierra que agoniza. Hasta el último detalle El decorado no podía ser más elocuente: un destartalado cementerio, donde vivos y muertos no se resignan a ser devorados por la crudeza de un páramo hostil. Pedro Vergara, Julio Lázaro, Javier y Borja Semprún, Jesús Peña, Luis Miguel García, Mercedes Saiz, Ruth Rivera, Teresa Lázaro, Rosa Manzano, Miguel Ángel Martínez y Manuel Alonso consiguieron anoche que los espectadores no familiarizados con la obra de Mateo Díez pudieran aproximarse a ese universo mágico que el autor lacianiego describe magistralmente en las tres novelas de Celama: La ruina del Cielo, El espíritu del Páramo y El oscurecer. Los ya iniciados en este singular territorio pudieron disfrutar igualmente del espléndido montaje, en el que se vislumbra la perfecta sintonía entre Urdiales y Mateo Díez -que siguió la representación desde la fila 12 y se vio obligado, al finalizar la función, a compartir aplausos con los actores-. La acertada música y una muy estudiada puesta en escena trasladaron al público a ese territorio abocado a la desgracia. Si las limitaciones de un escenario impiden recrear los paisajes que describe tan líricamente el autor leonés, la atmósfera diseñada por Urdiales y un vestuario cuidado hasta en sus últimos detalles consiguen, por el contrario, que el espectador pueda, incluso, aspirar el «aliento» de Celama. Madreñas, aperos, cirios, pañuelos negros, maletas, los paños de los trajes... todo habla de un tiempo no demasiado lejano pero del que apenas quedan ya los rescoldos. El público que abarrotaba el Auditorio agradeció con generosos aplausos la indudable calidad del espectáculo.

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