CORNADA DE LOBO
Un privilegio
MI ABUELO Severino, gente de trato en corto y de palabra en largo, no fue dado a dejar escritas sus cosas y criterios, aunque anunciaba en sus postrimerías la intención de capitular vida y obras en una memorias en las que sólo avanzó apenas un puñado de folios. Hablaba lo suyo, callaba lo propio y no perdonaba la lectura diaria de la prensa rebozado en calma. Tendría yo catorce años cuando un día sacó su cartera preñada de panza bruñida en cuero sobado y, rebuscando entre tarjetas y notas, extrajo un recorte de periódico cuidadamente doblado. Era un artículo de Crémer que, por alguna razón, le había impactado de tal manera, que se obligó a guardarlo, pasearlo, difundirlo y comentarlo. Pero recuerdo muy bien lo que sentenció después de las observaciones que me hiciera: «El caso es, veráste tú, que todas estas palabras tan bien puestas, todas, una por una, están ya en el diccionario que todos tenemos en casa, palabras que cualquiera puede coger; pero el truco está en saber colocarlas. Eso es cosa de la genialidad de Victoriano». Me quedó grabado lo dicho, la escena y el sitio, puerta de casa, mañana de sol... y el abuelo, prosapia bajo sombrero. El que no leyera la prensa entonces no quedaba, sin embargo, huérfano de la facundia de Crémer y de regustarla, porque en aquel tiempo, a eso de las tres, en acabando el «parte» y sonando la cucharilla del postre en cada cocina, entraba en casa don Victoriano por la ventana de la radio con su célebre espacio diario -Luces de la ciudad- en el que aireaba unas irónicas y agudas cartas a su tía Federica, aunque en realidad quien acusaba recibo solía ser el alcalde o algún concejal que las recibía como cachete al papo... por tuercebotas y abrezanjas. Crémer era el contrapunto de una danza informativa de palacio o despacho en la que nadie se salía del paso. Y ganó con estilo y valentía el derecho de andar por el margen de lo correcto y huir de lo pazguato. En este León, Cazurrandia de palabra muda y acera quieta, Crémer fue nuestra escuela, senda de rebeldía y de ingenio. ¿Cómo pagárselo?... Queriéndole y admirando su vigor y compromiso para seguir teniéndole por escuela. Hoy cumple pilón de años, pero son pocos; sigue siendo un chaval de ojos alertados que todo lo escudriña. Vive viviendo. Felicidades, maestro en verbos y agudezas. Eres privilegio.