CRÉMER CONTRA CRÉMER
Los derechos humanos
EN ESTOS momentos en los cuáles nosotros, desde un repliegue anónimo de las Españas, nos permitimos la licencia de asomarnos al Universo Mundo para comprobar si al fin el mensaje de la Navidad ha calado en los corazones de los hombres del poder, se reúnen ciudadanos presuntamente libres para celebrar la instauración, entre inútiles y normas para el incumplimiento, del Día Universal de los Derechos Humanos. ¿Pero los humanos tenemos algún derecho?, pregunta entre asombrado y asustado un peregrino camino del Santo compostelano Pues al parecer sí. El hombre por el hecho de nacer cuenta con derechos que le deben ser respetados. ¿Cuáles pueden ser estos derechos? Pues verá usted, señora, existen versiones para todos los gustos, incluso para aquellos que aseguran que los llamados derechos humanos son una entelequia y que en el mundo incluidas las Españas, no hay más derecho que el del más fuerte y que aquel que puede se salva y el que no se condena a la miseria por los siglos de los siglos. Entre el repertorio de Derechos Humanos a los que se apela con mayor frecuencia y más engañosa ternura están los Derechos absolutamente humanos que corresponden a la seguridad, al amparo y la promoción de los niños y de las mujeres. Sobre todo los niños parecen estar definitivamente dejados de la mano de Dios y de los hombres... Producen estupefacción y naturalmente rabia en los espíritus más sensibles de la parroquia asistir, como lo estamos haciendo, con actuaciones de caridad que ni siquiera sirven para nuestra salvación personal, a la explotación de la infancia de forma absolutamente bestial y canallesca, sin que los llamados núcleos civilizados de la sociedad hagan nada para evitar los tristísimos episodios de los cuales los niños son víctimas propiciatoria. Miles, millones de niños de todo el mundo, mueren empapados en su propios terrores. Millones de niños aparecen convertidos en soldados para guerras de mandos traicioneros. Millones de niños son capturados como fueras para sacrificarles y convertirles en almacenes de proporciones humanas arrancadas para asegurar la existencia de algún otro niño rico. No lo decimos porque nos da vergüenza, pero lo cierto es que millones de niños sufren enfermedades que no tienen remedio, porque no disponen de medios para cercarla y dominarla. Cuarenta o cincuenta millones de niños, ancianos, mujeres y varones están condenados a morir en los últimos días, quizá todo esto sucede mientras los hombres poderosos, los sacerdotes de todas las religiones, los paladines de todos los partidos, los señores de todas las culturas, están reunidos para proclamar una vez más los derechos humanos implícitos a nuestra condición de seres para la vida, para el amor, para la paz. Amnistía Internacional, tal vez la organización más sensible ante la proclamación de los Derechos humanos, llama a todas las puertas demandando atención sobre este gravísimo problema, del cual pueden derivase gravísimos males para la sociedad entera. Incluso para aquellos que en su prepotencia considera que no hay más derechos humanos que aquellos que sirven para su dominio. Entre nosotros, cristianísimos españolitos madre, nos guarde Dios, la fecha señalada de la proclamación de los derechos humanos, ha pasado inadvertida, o sepultada bajo la cultura - basura de los famosos. ¡Qué Dios nos tenga lástima, porque los hombres están preocupados con la guerra, con las guerras!