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A MARTÍN VILLA le zumbaron en esta su tierra madrastra como a un mono de feria con tranca de cerrar portones o, directamente, con daga veneciana alojada en el cuarto espacio intercostal en el momento de abrazarle. La izquierdina de esta cazurrería se lo pasó pipa con Martín Villa si había que retacar trabucos con tornillería y despotrique. Normal; y fácil. Ningún otro político leonés ha cortado tanto bacalao como él. Personificaba el antiguo régimen, el salto en el vacío de la ucedé y la perpetuación democrática con sus diseños autonómicos que aquí aún guardan algunos en la libreta de los agravios imperdonables (si además Martín Villa rima con Castilla, imagínate). Se le han imputado negocios en estos praos provincianos, participaciones en sociedades y los más oscuros intereses. Gran cretinez. La campesinada de los setenta y ochenta le segó la hierba bajo los pies y le demonizó. Martín Villa, como el obispo Almarcha, era la bicha perfecta para imputarle las desgracias cazurras y todos los cántaros rotos de las lecheras en sus cábalas. Lo curioso de las tirrias que aquí ha desayunado es que no sólo se las profesaba la izquierdina, sino especialmente la derechona, sus cuates, los de su cuerda; y esto duele más. Esta derecha modorra se lo zampó con patatas y pimentón, le arrojó a las tinieblas. Su prestigio y capacidad, sin embargo, fueron valorados en Endesa, en la empresa privada o en la reciente comisión del Prestige, pero desde aquí nadie volvió a llamarle, a usarle o convenientemente exprimirle, a lo que con gusto se hubiera prestado. Los mediocres de esta tortilla sin huevos le «sorpasaron», le empapelaron con libelos de repudio... y se ensancharon porque se vació el banquillo, se afincaron los codos y repujaron un puente de plata al enemigo que tuvo más talla (será difícil encontrar en estas cuadras de cambalache político potro de mayor alzada política y de más astuto estilo; si Tarradellas se hizo su amigo y le tributó respeto catalán, sería por algo; y si en León le acuchillaron los suyos, ¿por qué sería?). Y ahora viene don Jesús del Gran Poder (Polanco en la intimidad) y sus históricos enemigos y le hacen presidente de Sogecable. Han visto en él la idoneidad; y en él confían. Nosotros no. Despreciamos su capacidad como si nos sobráramos. Reina la necedad. No tenemos arreglo.