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HACIA BELÉN va una burra, rinrín, cargada de chocolate y en el muro don Sharon le ha incautado los petates. Mariá, Mariá, ven acá corriendó, que los israelís se lo están comiendó. En el Portal de Belén se escondieron palestinos y han dicho en Jerusalén que lo arrasen con pepinos (y que aticen los rabinos a todo el que no diga amén). Mariá, Mariá, ven acá corriendó, que la Hoja de Ruta -¿o es la Hija de Puta?-nos está jodiendó. Hacia Belén va una tropa, rinrín, cargada de metralletas, y el listo de Bush ha dicho que se trata de galletas, que los judíos son buenos y que no les toquen sus tretas. Mariá, Mariá, ven acá corriendó, que en un horno de paz nos están cociendó... Así que la Noche de Paz ya está servida, la Nochebuena ha vuelto a plantar su lamparilla en nuestra vida, que como toda vida sólo es, como decía santa Teresa, una mala noche en una mala posada. Pilar Merenciano me manda un correo con un crisma de villancico eterno, el más inquietante de todas las coplillas que se cantan ante el pesebre: La Nochebuena se viene, tururú, la Nochebuena se va; y nosotros nos iremos y no volveremos más»... Coño, qué alegría destila la lírica mística española, el villancico barroco, Lope de Vega y el cura de Villaestrigo. Tururú. ¿Por qué tururú? Qué pasón. Es lo mismo que se decía cuando murió el burro que acarreaba la vinagre, que ya lo llevó Dios de esta vida miserable... que el tururururú, que el tururururú, que la culpa la tienes tú. Y en Nochebuena, también: tururú. Se viene y se va. Nos vamos; no volvemos. Los adultos cuentan hoy las ausencias inconsolables y la noche se hace tristona, lágrima amarga en vino dulce. Los críos se lo pasan bien porque están a su bola, esto es, con su pleisteision. Pero los mayores ya no se creen el rito ni el mito ni el pito del sereno que no logra poner paz en el tiberio familiar. Y lo peor: el cuñado, en contra de lo que dice el anuncio, sacará su móvil con cámara y se pondrá a hacer fotos del desastroso jolgorio que preside, al igual que todas las cenas de Nochebuena y del resto del año, un televisor y su matraca hueca. La Nochebuena se viene, tururú, la Nochebuena se va; y nosotros nos iremos y no volveremos más. Pero antes de irnos, querida Pilar, alguna canción nos saldrá y habrá que repartir muchos abrazos. Felipes Fascuas... y el próximo, Barrionuevo.