Diario de León

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YA CRECEN los días. No es poco consuelo. Pasó el primer tranco navideño y eso también consuela. Pero quedan dos olas gordas de esta marejada de las Pascuas, fiestas de «la bolsa o la vida». ¿Has visto cómo van cargadas las paisanas de bolsones y obsesiones? La ciudad y la provincia viven en el «cortinglé», allí parecen empadronadas, podrían pedir cama y un albornoz para perder menos tiempo en idas y venidas. Me comenta su director Orellana que un sábado cualquiera entran en estos grandes almacenes sesenta mil cazurros. No me lo creo. Créetelo. Sesenta mil son la mitad del padrón de la ciudad. Pero viene también mucha provincia y así se explica el exagerado bulto. A consumir, a gastar. Por ningún otro asunto o crimen se juntaría tanto personal en esta patria cazurrera que es toda acera y sebe, inhibición y aquí me las den todas. A comprar. Es como si regalaran orgasmos por pujar un carrito entre el barullo. Nadie se priva. Pero ya están creciendo los días y la noche va cediendo la luz que ha ido robando. Es la mejor noticia. La lotería no lo fue. Consuélate. Y ríete, porque dos de los guajes de San Ildefondo que cantaron la letanía metrallera de pedreas y zambombazos se llamaban, oh espanto, Génesis y Jaguar, lo juro, lo oí, ¡génesis y yaguar!... ¡Cuánto daño hace el cine pedorro! Lo de Jaguar se puede explicar porque «quien hambre de velocidad tiene, con pan de válvulas sueña» y, a falta de posibles, se le impone el aberrante nombre al crío y de esta forma ya pueden decir «tengo un Jaguar en casa». Pero lo de Génesis -que parece nombre de portaviones yanqui o novelón del Follet- sorprende; por lo mismo pudieron llamarle también Eclesiastés, Deuteronomio o Apocalipsis, que son libros de la misma Biblia. De atar está la gente. Y de colgar. Es lo que hiceron en Asturias con una loba que apareció ahorcada en una carretera como protesta ganadera contra el albedrío de la especie y las tardanzas o negativas de la administración para indemnizar por sus daños. En Zamora hacían lo mismo y aparecían lobos colgados de las señales de autopista. Es la España de la trampa y la estricnina. Extinguirían la especie, si les dejaran. Y, por lo mismo, después quemarían bosques que impiden tener más pastos como hizo en su día la Mesta. A la loba muerta nadie le ha hecho un villancico. Pobre loba.

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