Diario de León

EL AULLIDO

Las invasiones bárbaras

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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SE LO ADVIERTO: no les conviene ver la última película de Remy Arcand Las invasiones bárbaras. No; no les conviene en absoluto: así que no se la pierdan. A propósito de conveniencias e incongruencias hace ya varias décadas, en su libro Cinelandia, Gómez de la Serna escribió: «El mundo es para los individuos sin escrúpulos. Y yo se lo regalo». Por lo que parece la cosa no ha cambiado mucho desde entonces. Teniendo en cuenta eso y como eso afecta al arte del celuloide lanzo al aire la siguiente pregunta: ¿existe un cine hecho por y para las buenas personas? Un cine inteligente que nos enseña el mundo, nos previene, nos conmueve y nos mejora. Con su ya clásica película El declive del imperio americano Remy Arcand, este interesante director y guionista, sorprendió, emocionó, iluminó y hasta escandalizó. Ahora regresa con una historia sencilla y profunda sobre el paso del tiempo o sobre la fecha de caducidad del hedonismo; sobre el fin de las utopías e incluso de las creencias; sobre la amistad y los lazos familiares como baremo de la vida y también acerca de la decadente comodidad de la sociedad occidental actual. A través de un hilo argumental que arranca con la hospitalización de Remy, ese profesor golfo, divorciado y con dos hijos -el primogénito ya millonario debido a sus operaciones en bolsa y su hermana desarraigada navegante aventurera- descubrimos que la vida de dicho protagonista no ha sido un dechado de virtudes pero su convalecencia y muerte sí lo serán. Además asistimos también a una denuncia no evidente del lado oscuro del capitalismo, a una revisión madura de las relaciones hombre-mujer, a una disección de los últimos acontecimientos sociales de occidente, a un elogio de los sentimientos y a un canto a la vida. De todos modos lo más relevante aquí no es el argumento pues no se trata de una película frenética sino honda, repleta de humor inteligente, diálogos brillantes, realismo crítico y buenos valores. El espectador sale del cine cuestionándose la ética de cada personaje y la suya propia, y contrastando su forma de ver la vida con la de los personajes: una pareja de homosexuales divertidos, una divorciada amargada, viejos amigos que vuelven a verse, hijos cargados de reproches, fortaleza y buenas intenciones, mujeres promiscuas de mediana edad, intelectuales descreídos, sindicalistas corruptos, una heroinómana muy tierna y demás familia. Sin embargo, a pesar del contexto selvático que parece el mundo en esta película, el director otorga a todos los personajes la posibilidad de la redención. Al terminar el film, a pesar de todo, uno se queda con ese hermoso sabor que dejan las tragedias griegas: la catarsis. A mí entonces me vino a la mente aquello que decía Borges: «toda vida tiene siempre un instante que la salva». Una historia puede ser La Historia; una obra de creación puede hacer la vida más fácil; uno puede ser todos, sí. Cada vez resulta más rara la ocasión en la que salir del cine se parece a seguir dentro sentados en la butaca; la ocasión en la que un nudo en la garganta nos anuncia que ha terminado la película y tenemos que decidir qué hacer con el resto de nuestra vida. Por eso se hace necesario aprovechar cada oportunidad y propagarla de boca a boca, de labio a labio. Díganselo a todo el mundo: se acaba de estrenar no la película de la década, no, sino una de ésas otras que hay que saber ver; una de ésas que puede quitarnos de la cabeza la idea de que el cine con mayúsculas tiende a desaparecer. Tal vez no. Las invasiones bárbaras -ese sanguinario horror que ha sido el motor de la historia y ha dejado su poso egocéntrico en la civilización- están haciendo del cine una entretenida y frívola sombra del arte que fue, del arte que sigue siendo ya a duras penas. Cada vez quedan menos espectadores de verdad y con verdad; cada vez quedan menos degustaciones íntimas; cada vez hay más pan y circo que devalúa y resta sentido al trabajo y al arte. Hoy he escrito esta columna para recomendarles a todos ustedes esta película. Y también para decirles que el verdadero cine les necesita.

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