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Publicado por
Antonio Núñez
León

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EL SUBSECRETARIO de Estado de Infraestructuras, Benigno Blanco, que es algo así como el segundo de a bordo y la cara amable del Ministerio de Fomento -la azafata de Cascos, para entendernos- ha puesto esta semana la primera piedra de las obras del tren de alta velocidad, que llegará a León en el 2010, o sea dentro de dos trienios (en la última feria de San Andrés se vendieron burras que corren más). El anuncio, no obstante, ha sido ampliamente destacado en la prensa con fotografías a toda pastilla y comentarios a favor por parte de todos los partidos políticos, incluída la oposición, coincidiendo en señalar que el tal Benigno tiene «mucha marcha». Ojo al tren. La quinta de un servidor, que, sin ser de las más veteranas, tardaba doce horas en viajar cuando mozos de La Bañeza a Madrid en un correo a vapor y no podía pasar más allá de Benavente si era un mixto de mercancías, no puede menos que rejuvenecer con las promesas del subsecretario Benigno, que dio el lunes la salida al tren en Madrid y anuncia la llegada aquí para dentro de un lustro y pico. Ahí es nada: a una velocidad de sesenta kilómetros por año y eso haciéndonos un favor. Ni que el Gobierno nos tomara por pencos. Hay que avisar también que el viejo trenillo de nuestra juventud llegó a correr a una media de veintitantos kilómetros, pero por hora -cuarenta cuesta abajo- hasta que la desidia de Renfe y del correspondiente ministerio de la época lo dejaron arruinar, cosa que debió de costar a los políticos un ímprobo esfuerzo, visto que se llamaba nada menos que el «Ruta de la Plata». Pero lo consiguieron. Con el actual proyecto del TAV a su paso por León, dado lo largo que lo fían, le da uno en la nariz que al paso a nivel de El Crucero va a pasarle lo mismo: si desaparece será enterrado y bien enterrado de muerte natural a lo requiescant in pace y no con túneles ni otras virguerías ingenieras propias de Cascos. Para entonces no quedará ni el cruce y, muerto el perro, se acabó la rabia. El asunto huele a podrido que atufa y la prueba es que ni siquiera el líder leonesista Rodríguez de Francisco, que antaño prometiera encadenarse con los suyos a las vías del dichoso paso a nivel hasta que lo quitaran por las buenas o por las bravas no ha dicho esta vez ni mú. Tiene fama de ser un político partidario de medidas drásticas, pero él se lo ha pensado esta vez dos veces. Si no cadena perpetua, le hubieran caído, como poco, seis años y un día. Si tienen lo que hay que tener, que cumplan él y el Gobierno lo prometido, y así matábamos dos pájaros de un tiro. Es de temer también que la segunda fase de la Ronda Sur para aliviar el tráfico entre la carretera de Zamora y las autopistas que confluyen un poco más allá de La Virgen del Camino siga idéntica suerte: ha dicho el subsecretario Benigno que, cuando la empiece, trámite va y trámite viene, necesitará otros cuarenta meses, o sea igualmente hasta el 2010 para seis pobrines kilómetros de trazado sin puertos de montaña, al menos que se sepa. Echando la cuenta de la vieja vienen a salir sobre poco más o menos siete meses por kilómetro, a ciento cincuenta metros al mes y cinco metros diarios. Por hora son unos veinte centímetros. Leyendo lo que se promete estos días de precampaña electoral a los de cincuenta para arriba nos vuelve a ser más fácil creer en los Reyes Magos que en el ministro Cascos y su paje Benigno. En el peor de los casos a los niños leoneses nos traían antaño carbón, pero ahora el poco que hay lo tiene acaparado un tal Victorino y, además, dice que no le llega. Probablemente Melchor fuera de la Fele, Gaspar de CC.OO., Baltasar de UGT y procedieran de Villablino, Fabero y La Robla, respecticamente, según los tiernos infantes de las cuencas mineras, que van para prejubilados precoces. Está claro que no son del PP. Por último y en cuanto a la famosa escuela de pilotos dice Aznar que viene a velocidad supersónica, mayor, incluso, que el circuito de motos de La Bañeza, el cual ya marea, a su vez, de tantas vueltas y revueltas en los presupuestos oficiales, aunque ninguno de los dos se divisa ni en el cielo ni en la curva. Es lo que comentábamos estos días en casa por Noche Vieja. Una de dos, o el euroavión y la moto se estrellan de puro veloces o, si frenan, se caen. El subsecretario Benigno sostiene la clásica teoría, si uno no lo ha entendido mal, del ciclista que tiene que seguir pedaleando para no caerse de la bicicleta, aunque sea al paso de burra del ministerio. Traducido esto a las infraestructuras de Fomento significa que oficialmente vamos tirando para adelante, lentos y a paso de burra pero seguimos avanzando. Es un optimista. Se le olvidó que vamos cuesta abajo.