Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

¡Que prohíban la paloma!

Publicado por
JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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En un país tan liberal como tradicionalmente cristiano se proyecta prohibir en las escuelas los signos religiosos, judíos, musulmanes y cristianos. Entre ellos se habla de prohibir la cruz, que es la que molesta de verdad. Leo esta semana en un periódico italiano un breve artículo cargado de ironía. Se dice allí que para los creyentes también los astros pronuncian un mensaje religioso, así que habría que abolirlos. Y con ellos, el agua, las nubes y el fuego, que siempre han sido vistos como signos sagrados. A mí se me ocurre pensar que más peligrosos que la cruz son algunos animales. Por ejemplo el cordero, que desde hace veinte siglos representa a Jesucristo. Habría que prohibir que los cristianos críen corderos, al igual que los judíos y musulmanes prohíben el cerdo. De todas formas, el animal más peligroso para un país liberal debería ser la paloma. Si representa la paz, eso se debe a un texto bíblico que la sitúa en la mañana soleada que sigue al diluvio. Así que resulta evidentemente provocadora. Habría que prohibirla. La gracia y el espíritu En el bautismo de Jesús, que hoy celebramos, la paloma representa, nada más ni nada menos que al mismo Espíritu de Dios. Según el evangelio de Lucas (Lc 5, 12-16), Juan bautiza con agua, pero el Mesías bautizará con Espíritu Santo y fuego. El texto nos introduce en un curioso juego de alternancias: el bautizado es anunciado como el definitivo bautizador. El bautismo de Juan no era sino un pálido anuncio de esa nueva zambullida en el Espíritu que Jesús habría de introducir en el mundo. Hay otro detalle interesante en este relato evangélico. Jesús recibe el bautismo mientras está en oración. No hay que olvidar esa indicación: está sumergido en el agua y sumergido en oración. El mensaje es muy claro. El contacto con las realidades tangibles no aleja a Jesús del contacto con la trascendencia de Dios. En realidad, este escenario no es casual. Ese habrá de ser el tono del evangelio de Lucas. El mundo del Mesías es el ámbito del Espíritu de Dios y, por tanto, está impregnado de gracia y de oración. Mesías y siervo El bautismo no es para Jesús un medio de purificación sino la ocasión para su revelación. No mira a un pasado de pecado, que no existió en él, sino a un futuro en el que ha de realizar su misión. Un «quehacer» que brota de ese «ser» que desvela la voz celestial: ¿ «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto». Esa declaración recuerda las palabras con que Dios se dirige a aquel su «Siervo» que se nos presenta en la segunda parte del libro de Isaías. Aquel personaje misterioso recibía una misión profética que le acarreaba ultrajes y desprecios. Era elegido por Dios y despreciado por los hombres. Pero sus sufrimientos salvaban a muchos. ¿ «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto». Pronunciadas en el momento del bautismo de Jesús, estas palabras presentan su misión. Jesús es el Profeta esperado, enviado para salvar a los hombres por medio de su vida y su palabra, de sus dolores y su muerte. No puede haber confusión en los que le escuchen y le sigan. No hay otro Salvador fuera de Él. Y no es otro el camino de la salvación. - Señor Jesús, tú has adoptado nuestra suerte al bajar al Jordán. Te has hecho solidario con nosotros. El Espíritu, en forma de paloma, te ha señalado como el Hijo de Dios. Nosotros te aceptamos como el Padre te ha revelado. ¡Bendito seas! Amén.

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