Rosas en enero
NINGÚN INVIERNO como este. En jamás. Blando el aire, vago el bajo cero, remisa la nube preñada de nieve... y en algún jardín sin demasiado abrigo, rosas increíbles en enero insultando con su lozanía al calendario. Nunca se vio tal. Rosas en enero, ¡manda rosas! Lo propio de esta dictadura climática de cuño leonés es el hachazo a las flores con nieves y heladas negras. Las últimas flores que siega el otoño son las de los muertos en noviembre. Después las pudre el agua y las marchita el frío. También los árboles están desconcertados. Muchos chopos y sauces que debieron desnudarse hace meses aún lucen en pies y brazos bajos ramas con hoja totalmente verde, hojas confundidas, savia esnortada que sigue paseando por el tronco cuando debería estar dormida o lagrimeando (qué mal suena lagrimear). En tiempos de confusión y tribulaciones (este lo parece) el hombre propende a echar mano de su fe carbonera y busca respuestas en los cielos, en la magia, las vírgenes o los mitos. Busca señales hasta en las piedras queriendo explicar lo que pasa. Hay quien piensa que nada de lo que se mueve en la vida es casual y que en todas las cosas hay una señal de lo inmediato o lo que se avecina. Y te ponen ejemplos: Si fallan y gargarean las cañerías de tu casa, seguramente a tí te ocurre otro tanto (a veces es verdad); una hogaza colocada al revés es mal fario que presagia hambres; siempre hay un dibujo y un mensaje en clave en los cascos rotos de un cántaro al romperse... ¿Qué señales estarán viendo estos simbolistas en las rosas de enero y esas hojas verdes que ignoraron el otoño, ese tapizado de abril de las cunetas?... Es por la política, van y te dicen, son los políticos. No han dejado acostarse al invierno, la marea electoral es su industria, intrigan, reburdian y se pasan todo el día repartiendo cuchilladas y lametazos con tal de no verse apeados de unas listas y de un cargo del que dependen porque se han metido en gastos y en chalets (el tocino del cohecho ya se lo comieron). Nos han robado el invierno y han engañado hasta las plantas con sus promesas electorales de primaveras y resurgimientos. Pero al invierno no se lo come el lobo. Vendrá nieve. Y quizá sea nevadona postrimera la del 14 de marzo. Y esa noche nevará, pues tiene cerco el tribuno; esa noche nevará entre las piernas de alguno.