Expaña
ES UNA, se decía ya cuando descapullábamos inocencias en la España imperial de Pemán, porque si hubiera dos -y no sólo en los versos de Machado- nos iríamos todos a ella. Es grande, porque caben cuarenta millones de oriundos y otros tres más de allegados y, sin embargo, miras estos campos y parecen desiertos. Y es libre, porque puedes elegir entre varios canales un programa rosa del que no consigues librarte. España. Por este nombre nos conocen fuera; dentro, ni nos reconocemos como tal; estado español, se empeñó en llamarlo la progresía y la tecnocracia en tránsito hacia un ideal autonomista; ¡este país!, se dice en castizo; ¿y qué es esto?, se preguntan muchos. Tierra de conejos es lo que empezamos siendo, pues los colonizadores griegos nos pusieron Hispania precisamente por eso (vieron esto lleno de huras y conejos -spanos- corriendo de aquí para allá y procedieron). Hasta los godos siguió siendo Hispania. Después fue tierra perdida. Más adelante implantaron los árabes su califato y tentetieso, pero aquello acabó en reinos de taifas. En las otras trincheras cristianas se siguió el ejemplo moro estableciéndose la cosa reconquistada en reinos, condados, abadías comendatarias y fincas con fuero donde mandaban diez y trabajaban dos. De ahí nos viene el sarampión; viva el barullo; cantazo al vecino; anexiones y divorcios; aquello era el follón bendito, aunque algún rey leonés se empeñara en denominarse «imperator Hispaniae». La pretendida unidad nacional de los Reyes Católicos fue acatamiento de cuartel, más que un sentimiento peninsular. Persistió la particularidad y el no me toques con levantamientos, aforamientos y tocamientos de tambor y pelotas. Todavía en el XVII, Quevedo sigue llorando versos de pena y furia por el quebradero español que viene planteado por vascos y catalanes, «que a España hundido han». Y en estas seguimos ahora que el chistu y la barretina se piden ser nación, piden la hijuela y piden largarse (comamos solos, que así reventamos). A Rodríguez Ibarra le asiste cierta razón al proponer limitar el chantajista poder parlamentario de los nacionalismos. La cagó. Le están corriendo a gorrazos; su señorito, el primero. Hipócritas, ha dicho él. Y es que desconoce que esto ya no es España, sino simplemente Expaña.