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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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¡AY, COMPAÑERO del alma, compañero, que el tal y cual año 2004 no va a ser como nos lo contaron en la tertulia de Navidad!, que como dice la abuela, una cosa es dar trigo, galán y otra sembrarlo. Que añadió el poeta aquel de las tres lamidas... «El Esla lame los chopos, el Esla lame los pinos, el Esla lame el convento de los padres agustinos»... Que lo mismo que hay sábados con sol y para enamorados, existen en el calendario juliano otros días en los cuales lo más prudente es no levantarse de la cama. Todavía nadie ha conseguido explicar, con un cierto grado de aproximación con la verdad y la lógica, por qué cúmulo de aprensiones más que de razones nos da a los humanos por confiar en el mes de enero de cada año, para esperar confiadamente en que la vida vaya a cambiar: los seres humanos más benéficos y los señores profesionales de la política, más veraces. Sobre todo si se tiene en cuenta que el mes de enero, todos los meses de enero de que se tiene noticias, es siempre un mes sombrío, traidor, contrario e imprevisible. En enero puede suceder todo, menos que la felicidad, tan deseada en estas fechas a los hombres y a las mujeres de buena voluntad, -que también les hay- se produzca en proporciones tales que nos pueda tocar un poco de la gloriosa tarta. En enero por el contrario se suele producir los hechos más lamentables, los sucesos más sangrientos y las desgracias más universales. En mi pueblo se decía que lo que no ocurre en enero no ocurre en ningún otro mes del año. Y las gentes, previsoras por naturaleza y por experiencia, así que se anunciaba la inmediata llegada del dichoso mes, tomaba sus precauciones, que se fundamentaban en principios dictados por el conocimiento y por la historia. En León, concretamente nunca, jamás, amén se produjeron en enero motivos para la admiración, para la satisfacción plena, ni para el regocijo popular. En enero las calles se tapizaban de nieve y los ancianitos de la villa se escoñaban en las rutas urbanas, siempre dejadas de la mano del servicio y no digamos del Ayuntamiento... Y desde todos los rincones de la geografía jacobea de León, se escuchaba la copla tremenda, anunciadora de todos los infortunios. «A la luna de enero yo te comparo que es la luna más cara de todo el año». El mes de enero, una vez realizado el Balance del ejercicio, inevitablemente se produce la corrección de precios y tarifas, al alza naturalmente. Y aunque el Gobierno nuestro de cada día, tan generoso y benéfico, anuncia un aumento en los salarios del 2 por 100, que viene a ser como mil pesetas de las de antes, los hogares cierran sus puertas a todo intento de gasto, dado que precisamente en este mes de enero, por prescripción legal, aumentará todo, absolutamente todo, desde el bollo de pan cocido a leña, hasta la luz que nos alumbra. En enero se establecerá el redondeo en todas las operaciones, sea cual fuere la cuantía: desde la telefónica, hasta el tabaco, desde la tasa por andar por la calle, hasta el precio del oxígeno respirable. El año electoral de 2004 pasará a la historia como uno de los capítulos más sombríos, más pavorosos y más caros de la gloriosa efemérides jacobea. Será un año para contarlo.