Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Cada autonomía con su agencia tributaria

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VICTORIANO CRÉMER
León

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ASÍ QUE los santos reyes del Oriente abandonen las tierras de la pólvora y el viento, se nos planteará a los supervivientes la posibilidad de disponer de una Agencia Tributaria. El término que más pavor produce al personal militar, civil y religioso de la España liberada es, sin duda alguna, el de tributar, que viene a equivaler, a algo así como la obligación que el Estado imponer a sus leales Apra poder hacer frente a sus muchos y carísimos compromisos, como por ejemplo, es un decir, el mantenimiento con todo rango de los emolumentos que corresponden o que se empeñan, nos empeñamos, en que correspondan, a Ministros, diputados, Presidentes de toda índole y condición, alcaldes de majada, concejales de rebaño y pedáneos esparcidos entre la maleza. A la hora de evaluar gastos del Estado, la Provincia, el Municipio, y los adláteres se encuentran con que para sostener tan fastuoso entramado político, el Estado necesita vender la hijuela. Y una vez vendida en forma de licencias de construcción y chalaneo con parcelas y espacios, comprobando que no cubre gastos, el Estado, la Provincia, el Municipio y la Telefónica revisan sus dineros y concluyen en que para que sus funcionarios de altura, estén a niveles europeos, han de elevarse tarifas y proponerse nuevas fórmulas de recaudación. Entre las últimas inventadas por nuestros caros estadistas, aparece en primer término la Agencia Tributaria Autonómica propia. O sea que lo mismo que León, por ejemplo, aspira a disponer de una bandera para colocarla en la balconada de los centros de educación y deportes, así piensa que debe completar su presupuesto mediante la creación de una Agencia propia, encargada naturalmente de aplicar fórmulas peculiares de tributación en cada una de las diecisiete autonomías de que consta nuestra baraja fiscal. Y ya lo advertíamos al principio de esta meditación dolorosa: Lo que en España produce más pavor, pánico y miedo social es Hacienda. En la Edad Media era la Pes0te Negra y años después la inquisición. Y hombres muy enterados y bien dispuestos dedicaron los mejores años de su vida en planificar una forma, naturalmente dentro de la legalidad, mediante la cual se pudiera alcanzar la gran solución económica del país: La supresión de la Hacienda, trasladando este importante menester a Agencias propias del país. Nuestros políticos más renombrados ya han lanzado la propuesta a ver si cuaja: Si se revelara que la iniciativa resulta más onerosa, tortuosa y manirota que la fórmula presente, se intentaría dotar a los municipios de autoridad para imponer impuestos. Y entonces ¡ay! sería el desastre, nos replican. ¡Con los dineros hemos topado, amigo Sancho, y a fe que no existe en toda la gramática española capítulo más sensible y trampeado! Instalar en todo el ámbito económico español agencias propias en cada autonomía es extender, dicho sea sin ánimo de ofender, la enormísima capacidad que los Organismos españoles tienen para disponer y disipar dineros. Sería éste (o lo será si se aplica) el camino más seguro para conseguir la extenuación total de la economía española. Lo que no ha conseguido el euro, posiblemente lo alcanzarían estas agencias tributarias, semi-autonómicas.

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