Paquiduermas
CHIRIGOTA DE GUAJES: ¿En qué se parecen los elefantes a las camas?... Pues en que los elefantes son paquidermos y las camas son paquiduermas. No es muy ingeniosa la chanza, pero tiene su moraleja. El elefante es la catedral de la vida salvaje, un relicario de la vida gigante que un día albergó este planeta. Es el símbolo de la magnitud y majestad de la gran fauna africana. Nos admira y nos enamora el «mastodonte» de la trompa que vimos en el cine o en el circo. Dumbo duerme en nuestro subconsciente colectivo y rosa (Walt Disney ha hecho daño con sus mermeladas de colorines), de manera que al ver las matanzas de paquidermos en las sabanas y parques africanos, se produjo tal presión occidental, que se optó por prohibir su caza taxativamente. Estupenda sensibilidad. A la dama defensora occidental le dijeron: ya está tomada la medida «paquiduermas» tranquila en tu distancia de Nueva York o Barcelona. Ocurre, sin embargo, que el remedio ha venido a ser a la postre aún peor que la enfermedad, pues ahora se toma como plaga la superpoblación de la especie y su devastación del entorno, lesiones graves a masas forestales, variedades botánicas o especies menores... y desequilibrio total. Imponer la piedad humana en una secuencia ecológica tiene mucho de disparate. Salvando todas las ballenas, logramos al fin cagarla; un montón de especies de peces lesionadas de muerte por la abundacia de cetáceos voraces nos incriminarán en el Juicio Universal y a ver cómo salimos de esa. Con los elefantes ocurre lo mismo. Ahora, en el parque Krueger de Sudáfrica se encuentran con que hay cuatro mil elefantes más de la cuenta y que aquello degenera. Intentaron controlar el desmán, darles pastillas anticonceptivas a las elefantas... y tururú; jalan lo que quieren y follan sin parar; la devastación está servida. Y próximamente han de matar expeditivamente a esos miles sobrantes como mal menor. Estupendo. Para ese viaje no habíamos necesitado alforjas. Me dicen que aquí ocurre otro tanto con las nutrias. Se las indultó de caza y trampa y hoy abultan en número por nuestros ríos devorando como concejales manirrotos (una peste de cormoranes se suma al desarreglo y ya no hay truchas para casi nadie). Para conservar la naturaleza hay que entenderla. La vida no es un parque.