Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

El signo de los pobres

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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NO SÉ QUÉ tiene el pobre, que parece estorbar en todas partes. Bien claro lo ha escrito Jiménez Lozano en su Historia de un perro: «Con tanto coche, tanta televisión, tanta nevera y tanto triunfo en la vida, ¿cómo quiere usted, señor Juez, que podamos entender a los pobres? Son seres como de otro planeta. Dios sabrá de cual». Suelen apostarse a la puerta de las iglesias a mendigar unas monedas. A los conventos acuden a docenas para exigir su bocadillo, como cuando iban a pedir la famosa «sopa boba». Me llama la atención no encontrar ningún pobre pidiendo limosna a la puerta de un banco, que es donde está el dinero. Como todo el mundo sabe, muchos mendigos fueron enviados lejos de una ciudad famosa que celebraba unas olimpiadas. Decididamente, los pobres molestan. ¿Será porque no se lavan? Claro que la mayor parte de ellos no se mete con nadie. Y otros muchos, los verdaderos pobres, ni siquiera se atreven a mostrar en público los signos de su pobreza. ¡Ay qué pobres son los pobres! Escándalo y esperanza El evangelio de Lucas nos invita a seguir a Jesús hasta Nazaret, la aldea, en la que se había criado (Lc 4, 14-21). Es un sábado y la comunidad está reunida en la Sinagoga. Jesús es invitado a dirigirse a la gente. Toma el rollo del profeta Isaías y lee una palabras misteriosas: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres». Junto a los pobres, el profeta evocaba también a los cautivos y oprimidos. Y, por su cuenta, Lucas añade los ciegos, que parecen encarnar muchas formas de pobreza. Acabada la lectura, Jesús se identificó con aquel texto venerable. Con unos pocos rasgos, se atribuía un mesianismo sorprendente. Con ello venía a cumplir las esperanzas de muchos y a escandalizar a otros cuantos. Contra lo que muchos imaginaban, el enviado de Dios no venía a reclutar un ejército para emprender una campaña contra los enemigos del pueblo. Venía a ofrecer una salvación que abarcaba la totalidad de la persona. En él se hacía visible la misericordiosa cercanía de Dios. La fuerza del espíritu Ni entonces ni ahora habría que olvidar las primeras palabras del mensaje. De ellas depende el sentido de la tarea del Mesías: ¿ «El Espíritu del Señor está sobre mí». En realidad, el Espíritu alienta los deseos y los proyectos mas humanizadores, aun cuando no se le reconozca. Cuando no está presente el Espíritu, los esfuerzos por construir un mundo más humano fracasan o se convierten en tiranías. Y se tiende a eliminar a los pobres sin terminar con la pobreza. ¿ «El Espíritu del Señor está sobre mí». La Iglesia entera habrá de repetir esa frase, para sí misma y para todos los que la observan. De ahí nacen a la vez su osadía y su humildad. Si no la dirige el Espíritu puede embarcarse en aventuras y tareas que parecen importantes mientras olvidan el mal de la pobreza y quien la sufre. ¿ «El Espíritu del Señor está sobre mí». Cada uno de los cristianos ha de vivir impulsado por esa certeza. El Espíritu recibido en el bautismo fundamenta nuestra fe, motiva nuestra esperanza y alienta nuestra caridad. Es el Espíritu quien da fuerza a nuestros mártires y quien nos lleva a todos a servir a los pobres. - Señor Jesús, que te presentas como el único Mesías, ayúdanos a comprender y hacer nuestros los signos que avalan tu misión. Amén.

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